viernes, 27 de diciembre de 2024

Ray Bradbury / La mano izquierda y el pie derecho

 


Ray Bradbury

LA MANO IZQUIERDA Y EL PIE DERECHO

1

Un meteorito surcó el espacio. Hollis miró hacia abajo y vio que no tenía mano izquierda. 

La sangre brotaba a chorros. De repente, advirtió la falta de aire en su traje. El oxígeno que conservaba en los pulmones le permitió, sin embargo, hacer un nudo a la altura de su codo izquierdo, apretando la juntura y cerrando el escape. La rapidez del suceso no le dio tiempo a sorprenderse. Ninguna cosa podía sorprenderle en aquel momento. Ya cerrado el boquete, el aire volvió a llenar el traje en un instante. Y la sangre, que había brotado con tanta facilidad, quedó comprimida cuando Hollis apretó aún más el nudo, hasta convertirlo en un torniquete.

2

Un momento después descubrió que su pie derecho había desaparecido. Estuvo a punto de reír. El aire por segunda vez había escapado de su traje. Se inclinó rápidamente y vio salir la sangre. El meteorito había cortado la carne y el traje hasta el tobillo. Oh, la muerte en el espacio era humorística: te despedaza poco a poco, cual tétrico e invisible carnicero. Hollis apretó la válvula de la rodilla. Sentía dolor y mareo. Luchó por no perder la conciencia, apretó más la válvula y contuvo la sangre, conservando el aire que le quedaba. Se enderezó y prosiguió su caída. No podía hacer más.


“Calidoscopio”, El hombre ilustrado





HIS LEFT HAND AND HIS RIGHT FOOT

by Ray Bradbury

1

 A meteor flashed by. Hollis looked down and his left hand was gone.
    Blood spurted. Suddenly there was no air in his suit. He had enough air in his lungs to move his right hand over and twist a knob at his left elbow, tightening the joint and sealing the leak. It had happened so quickly that he was not surprised. Nothing surprised him any more. The air in the suit came back to normal in an instant now that the leak was sealed. And the blood that had flowed so swiftly was pressured as he fastened the knob yet tighter, until it made a tourniquet.


2

It was a second later that he discovered his right foot was cut sheer away. It almost made him laugh. The air was gone from his suit again. He bent quickly, and there was blood, and the meteor had taken flesh and suit away to the ankle. Oh, death in space was most humorous. It cut you away, piece by piece, like a black and invisible butcher. He tightened the valve at the knee, his head whirling into pain, fighting to remain aware, and with the valve tightened, the blood retained, the air kept, he straightened up and went on falling, falling, for that was all there was left to do.

Kaleidoscope”, The Illustrated Man



jueves, 26 de diciembre de 2024

Ray Bradbury / Cenizas

 


Ray Bradbury

CENIZAS 

1

 «Arderé, y mis cenizas se esparcirán por todos los continentes. Seré útil. Sólo un poco, pero las cenizas son cenizas y se mezclarán con la tierra.»
    Caía rápidamente, como una bala, como un guijarro, como una pesa metálica. Sereno, ni triste ni feliz… Lo único que deseaba, cuando todos los demás se habían ido, era hacer algo válido, algo que sólo él sabría.

    «Cuando entre en la atmósfera, arderé como un meteoro.»
    —Me pregunto si alguien me verá —dijo en voz alta.

2
    Desde un camino, un niño alzó la vista hacia el cielo.
    —¡Mira, mamá! ¡Mira! —gritó—. ¡Una estrella fugaz!
    La estrella blanca, resplandeciente, caía en el polvoriento cielo de Illinois.
    —Pide un deseo —dijo la madre del niño—. Pide un deseo.

“Calidoscope”

El hombre ilustrado



ASHES

by Ray Bradbury

1

I’ll burn, he thought, and be scattered in ashes all over the continental lands. I’ll be put to use. Just a little bit, but ashes are ashes and they’ll add to the land.
    He fell swiftly, like a bullet, like a pebble, like an iron weight, objective, objective all of the time now, not sad or happy or anything, but only wishing he could do a good thing now that everything was gone, a good thing for just himself to know about.
    When I hit the atmosphere, I’ll burn like a meteor.
    ‘I wonder,’ he said, ‘if anyone’ll see me?’

2

    The small boy on the country road looked up and screamed. ‘Look, Mom, look! A falling star!’
    The blazing white star fell down the sky of dusk in Illinois.
    ‘Make a wish,’ said his mother. ‘Make a wish.’

“Kaleidoscope”
The Illustrated Man

martes, 10 de diciembre de 2024

Dalton Trevisan / Amputaciones

 



Dalton Trevisan
AMPUTACIONES

Por haber jugado con el ventilador, la niña tiene la punta amputada del meñique.

Desde entonces las tres muñecas, de castigo, tienen el mismo dedo cortado con tijeras.


lunes, 14 de octubre de 2024

Han Fang / El perro




Han Fang

EL PERRO

Traducción de Sunme Yoon

…el perro que me mordió está atado a la motocicleta de papá. Quemaron los pelos de su cola y me los pusieron en la herida de la pantorrilla, cubriéndolos con una venda. Tengo nueve años y estoy de pie delante de la puerta de casa. Es un caluroso día de verano. Aunque esté quieta, estoy empapada en sudor. El perro tiene la lengua fuera colgando de la mandíbula y respira agitado. Es un perro blanco más grande que yo y muy bonito. Antes de que mordiera a la hija de su amo, era conocido en todo el barrio por su inteligencia.

Mientras lo chamusca colgado de un árbol, papá dice que no le pegará, pues había escuchado en alguna parte que la carne de los perros que mueren corriendo es más tierna. Papá pone en marcha el motor y la motocicleta comienza a correr. El perro también. Da vueltas por las calles haciendo siempre el mismo camino. Sin moverme, permanezco de pie ante la puerta viendo como el perro se va agotando poco a poco, resollando fuerte y con los ojos desorbitados. Cada vez que mi mirada se encuentra con sus ojos brillantes, los míos se agrandan.

«Perro malo, ¿cómo pudiste morderme?».

Al dar la quinta vuelta, sale espuma de la boca del perro y se escurre un hilo de sangre de la cuerda que amarra su cuello. Gime de dolor y corre arrastrándose. A la sexta vuelta, vomita una sangre negruzca. Sangra por el cuello y por la boca. Con la espalda bien derecha, observo cómo le corre la sangre mezclada con la espuma y cómo centellean sus ojos. Espero verlo aparecer en la séptima vuelta, pero veo en su lugar a papá que lo trae todo estirado en la parte de atrás de la motocicleta. Sus patas cuelgan inertes y sus ojos están abiertos y sanguinolentos.

Aquella noche hubo un banquete en casa. Vinieron todos los hombres del mercado a los que papá conocía. Como todos decían que debía comer la carne del perro que me había mordido para que se me curara la herida, yo también comí un bocado. En realidad, me comí un cuenco entero del guiso mezclado con arroz. Me llenó la nariz el olor a perro que las semillas de perilla no lograban tapar. Recuerdo sus ojos reflejándose en la sopa, los ojos con los que me miraba cuando vomitaba sangre con espuma. No me importó. De verdad, no me importó en absoluto.



domingo, 8 de septiembre de 2024

Mariana Enriquez




Ilustración de Dr. Alderete




Mariana Enriquez
LA VIDA ACUÁTICA

¿Por qué escapó, por qué se asustó? Unos cientos de metros mar adentro, desde los arcos de Mismaloya en Puerto Vallarta, hay un abismo, un precipicio. Los buceadores le tienen extremo respeto y cuidado si van a acercarse: ya han desaparecido varios en esa profundidad que parece infinita. El abismo puede ser categorizado dentro de la zona mesopelágica, donde la luz del sol comienza a ser muy escasa y los peces desarrollan bioluminiscencia. En febrero de 2020, antes de que la pandemia llegara a América, al menos de forma oficial, apareció en la playa de Puerto Vallarta un animal con cierto parecido a un delfín, pero sin ojos, con una dentadura intimidante, sin aletas; con algo de anguila. Estaba muerto. Escapó del abismo. Ascendió. Subió mil metros, solo, y vino a morir al sol que jamás había conocido ni imaginado. ¿Qué ocurrió debajo para espantarlo así? ¿Por qué sólo él llegó a la playa? ¿Acaso fue expulsado? ¿Lo que duerme en el abismo despertó y él quiso anunciarlo de alguna manera, aún a costa de su propia vida?

El año de la rata
Libros del Zorro Rojo / Ediciones Alboroto, 2021






jueves, 5 de septiembre de 2024

Mariana Enriquez / El Terror

Ilustración: Dr Alderete

Mariana Enriquez

El Terror

Cuando El Terror apareció, todos recordaron al trailer con los 273 cadáveres que circuló por Guadalajara y aparcó en Tlajomulco. Al principio se creyó que era carne de cerdo la que se pudría y emanaba un olor insoportable. Pronto se supo que eran cuerpos muertos, la mayoría sin identificar e imposibles de ubicar en las morgues saturadas. Pero el caso de El Terror, aunque similar, es más extraño. El camión deja restos de fluidos a su paso y las bolsas de basura, llenas, se acomodan sobre el techo e incluso sobre la cabina. Sólo transita de noche y su peste provoca el asco más visceral: el olor permanece suspendido durante horas en el ambiente. Los vecinos denuncian; quieren saber si carga con muertos y si esos muertos pueden ser sus familiares. O quiénes son, sencillamente. Las autoridades dicen que tan sólo se trata de un camión de basura que transporta residuos especiales, patológicos y tóxicos. El camión, sin embargo, no parece seguir ninguna medida de seguridad que sustente esta afirmación. Es un vehículo común y corriente con la particularidad de que huele a muerto. Algunos vecinos aseguran que jamás vieron al conductor, si es que lo tiene.


El año de la rata

Libros del Zorro Rojo / Ediciones Alboroto, 2021


lunes, 2 de septiembre de 2024

Mariana Enriquez / After Charlotte Moorman


Ilustración: Dr. Alderete

Mariana Enriquez

After Charlotte Moorman

En 1967, Charlotte Moorman fue presa por tocar el violloncello “parcialmente desnuda”, según las autoridades. Estaba ejecutando la Opera Sextronique de Nam June Paik, el músico coreano; Paik también fue detenido. Él tocaba el cello arrodillado frente a Charlotte. En consecuencia, echaron a Charlotte de la Orquesta Sinfónica de los Estados Unidos. En 1972 ejecutó una pieza llamada “Ice Music For London”, de Jim McWilliams, también desnuda; el cello estaba hecho de hielo y aunque mientras tocaba no sentía nada, porque el instrumento se derretía y ella estaba en placer pleno, al otro día descubrió que el hielo le había quemado la piel. “Estaba destruída”, contó. “Me quemaba, mi seno izquierdo estaba en llamas, sufría. Así que fui a la farmacia, pero no podía decirle que había estado tocando un cello de hielo, así que le dije ‘mi marido y yo quedamos atrapados en los Alpes, expuestos a la nieve muchas horas’”. Casi una premonición: Charlotte supo poco después que tenía cáncer de mama. Sobrevivió 13 años y siguió tocando, incluso después de una mastectomía. Cuando se estaba muriendo, en la cama de hospital, le dijo a su marido –y fue lo último que dijo--: “No tires nada”. Así sobrevivieron en su departamento de Manhattan el cello que hizo con televisores y el que diseñó con jeringas, un recuerdo tenebroso y exquisito de su enfermedad.


El año de la rata

Libros del Zorro Rojo / Ediciones Alboroto, 2021



viernes, 30 de agosto de 2024

Mariana Enriquez / Sombra

Ilustración: Dr. Alderete

Mariana Enriquez

Sombra

El rumor decía que iban a rebelarse los espejos. Que dejarían de reflejarnos, es decir, que ya no reproducirían nuestros movimientos, ni nuestros gestos. El reflejo nos sacaría la lengua, cerraría los ojos cuando nosotros los abríamos, nos mostrarían la nuca en vez de la nariz. Y hasta podría aparecer una cara totalmente distinta a la nuestra en el espejo, para volvernos locos. Pero eso nunca sucedió y la desobediencia fue más sutil. Fueron las sombras quienes dejaron de reproducir nuestros movimientos. En muchos casos se atrasaban de modo que uno podía caminar varias cuadras sin su sombra, que se quedaba en alguna pared moviendo los brazos, haciendo una extraña danza de liberación. Por lo general las sombras permanecían cerca pero todos sus movimientos eran distintos, como si tuvieran vida y decisiones propias. No eran peligrosas: mantenían su condición de apéndice del cuerpo, aunque se temía una rebelión total de sombras y ahora el rumor era que, tarde o temprano, iban a adquirir volumen y entonces serían imparables como un ejército de dobles oscuros.

El año de la rata
Libros del Zorro Rojo / Ediciones Alboroto, 2021


martes, 27 de agosto de 2024

Mariana Enriquez / Hotel Fetish

Mariana Enriquez

Motel Fetish

Las bailarinas del “Lucky Devil”, en Portland, se desesperaron cuando el strip club cerró el 16 de marzo de 2020: orden de cuarentena. Ellas no cobran un sueldo: dependen de propinas. Y no pueden aplicar al seguro de desempleo del Estado porque su servicio está excluido: no se otorga a los “espectáculos en vivo de naturaleza sexual”. El dueño, entonces, transformó la cocina del local en delivery y take-away pero, para que las chicas sostengan sus trabajos, las convirtió a ellas en repartidoras, con show adicional para los automovilistas que pasaban a buscar la comida. Si hay mucha gente, los hambrientos pueden quedarse durante una canción entera. Si el local no está muy concurrido, pueden permanecer más tiempo. El servicio del drive-through se llama “Food 2 Go-Go,” y cuesta 30 dólares; el club tiene protocolos sanitarios que incluyen máscaras, guantes y chequeos de temperatura. Medias de red, botas hasta la rodilla, cuero sobre la cara, antifaces protectores. Después del show las chicas del “Lucky Devil” se relajan, se sacan la ropa y se arrancan de los pezones las cruces de cinta negra que usan para evitar estar completamente desnudas en público, lo que las llevaría a incumplir alguna (otra) norma.


El año de la rata
Libros del Zorro Rojo / Ediciones Alboroto, 2021


viernes, 16 de agosto de 2024

Sofi Oksanen / Mi madre

 




Sofi Oksanen
MI MADRE


MI MADRE SIEMPRE usa ropa interior lo más fea y gastada posible. No la compra de segunda mano, eso le da asco, pero busca y rebusca en las rebajas la ropa que sienta mal, y mejor si tiene fallos de fábrica. Mi madre dice que quiere ahorrar. En los mercadillos encontraría cosas mejores a un precio mucho menor, le propone Anna, pero su madre rechaza categóricamente su propuesta.
Anna, en cambio, solo utiliza ropa interior negra.
Según su madre eso no tiene nada de raro. Le dice eso y después le cuenta que ella dejó de vestir de negro después de enterrar a su madre. Que no hay nada extraño en que Anna use solo ropa interior negra. Además, Anna es muy joven.
Pero la madre de Anna no puede imaginarse con ropa negra —rechaza la idea airada, como también rechaza a todas las mujeres de su edad con ropa interior negra—. Una conocida suya la usa. Mi madre lo comenta con Anna y deja entrever que su amiga es un poco..., bueno, algo así como una eterna segundona. Esa eterna segundona visita de vez en cuando a mi madre y se queja de que ningún hombre la toma en serio y que incluso aquel con el que iba a casarse cambió de opinión en el último momento porque a la eterna segundona le dio un cáncer de útero, del que, por cierto, se recuperó. La eterna segundona quiere dejar su estudio de alquiler y sale a dar una vuelta con mi madre por los alrededores de nuestra casa: va buscando un hombre adecuado que tenga casa propia. Mi madre me dice que está comprobado que las mujeres que tienen varias relaciones son mas propensas a padecer cáncer de útero. Cuantas más relaciones, más probable el cáncer.
En un rincón del armario, Anna encuentra un camisón rojo de encaje y una bata a juego. Mi madre explica que se los ha dado la eterna segundona, que se equivocó de talla al comprarlos. Y ella no pudo sino aceptarlos, porque era un regalo. Aunque, por supuesto, no pensaba utilizarlos. Años después, Anna iba a coger el conjunto sin pedir permiso, y la madre no diría nada al verlo en la cesta de la ropa sucia de su hija.
Mi madre tampoco dice nada cuando, al deshacer las maletas de papuchi, ve entre su ropa sucia unos sostenes negros, simplemente los aparta y, más tarde, en cada discusión, no se olvida de mencionarlos, «esos sostenes negros, ya sabes a lo que me refiero». En realidad son bastante caros, dice Anna al cogerlos para ella antes de que su madre los tire a la basura, limpios y caros: de Chantelle.


Sofi Oksane
Las vacas de Stalin





miércoles, 14 de agosto de 2024

Sofi Oksanen / 1949

 




Sofi Oksanen
1949

El 5 de abril de 1949 Arnold firma un documento por el que hace entrega voluntaria de sus propiedades a la Asociación Agraria Común. Al menos así dejarán en paz a Sofia y a sus hijas.

Los deportados a Siberia firman un documento por el que declaran que su marcha es voluntaria.





miércoles, 17 de julio de 2024

Emmanuelle Ferreira / Quimera



Emmanuelle Ferreira
QUIMERA

Me sentaba en las tardes a jugar con mi amigo imaginario, hasta que vino su mamá vino a buscarlo y le preguntó por qué hablaba solo.




domingo, 14 de julio de 2024

José Manuel Dorrego Sáenz / Volar

 



José Manuel Dorrego Sáenz
VOLAR

Desde que llegó al parque el vendedor de globos de helio, nos estamos quedando sin niños y niñas en la ciudad. Compran un globo, se sujetan a la cuerda y comienzan a ascender hasta perderse entre las nubes. Luego, ya no volvemos a saber de ellos. Y así, todos los días. Ahora, los ancianos ya no juegan a la petanca ni echan migas a las palomas. Prefieren sentarse en los bancos, mirar al cielo con nostalgia y ver niños volar.



jueves, 11 de julio de 2024

Mario Levrero / Historia sin retorno no. 2



Mario Levrero
HISTORIA SIN RETORNO No. 2


    Un perro, Campeón. Vivía solo con él y llegó a incomodarme. Lo llevé al bosque, lo dejé atado con una piola que pudiera romper con un poco de perseverancia y volví a casa.
    En un par de días lo tuve rascando la puerta; lo dejé entrar.
    Se me hizo intolerable; lo llevé a un bosque más lejano y lo até a un árbol con una piola más gruesa (sabía que el defecto no estaba en la piola sino en la fidelidad del animal; quizás tenía la secreta esperanza que esta vez no pudiera liberarse y muriera de hambre).
    Volvió algunos días después.
    Entonces supe que el perro volvería siempre. No me atrevía a matarlo por temor a los remordimientos; y pensé que aunque lograra efectivamente perderlo, en un bosque más lejano aún, viviría con el temor constante de su regreso; atormentaría mis noches y enturbiaría mis alegrías; me ataría más su ausencia que su presencia.
    Entonces dudé apenas un instante ante la majestad del bosque compacto que se alzaba ante mis ojos —umbrío, imponente, desconocido—; resueltamente, comencé a internarme, y seguí internándome hasta que, finalmente, me perdí.

 

miércoles, 10 de julio de 2024

Mario Levrero / La máquina de pensar en Gladys



Ilustración de Triunfo Arciniegas


Mario Levrero
LA MÁQUINA DE PENSAR EN GLADYS
(negativo)

Antes de acostarme hago la diaria recorrida por la casa, para controlar que todo esté en orden; la ventana del baño chico, al fondo, está cerrada, y el caballo degollado continúa pudriéndose en la bañera; cierro la puerta, para que el olor no llegue al dormitorio de mi cuñado; en la cocina, la canilla está cerrada y la abro, apenas para que gotee; la ventana está abierta y por ella entran el aire frío de la noche y las gruesas enredaderas del jardín; en la lata de la basura y a su alrededor continúan amontonándose cáscaras de banana, y yerba; en la botella quedan restos de vino tinto, veo que hay moscas flotando, muertas y vivas; el reloj del comedor, cuando yo enciendo la luz, comienza a tocar las doce campanadas y se abre la ventanita del cucú y sale la enorme serpiente, se descuelga interminable hacia el piso y desaparece bajo el aparador; sobre la mesa, los restos del festín, las manchas de vino en el mantel, la bombacha rosada de la mujer gorda y un cabo del habano, encendido aún, del inglés calvo; en la biblioteca todo está en silencio, el desconocido, de espaldas a mí, lee en la oscuridad —y cuando pienso en él me corre un frío por la espalda—; la ventanita alta que da al pozo de aire está abierta, y se escucha el rugido del mar y los gritos de los pescadores nocturnos; el living está lleno de gente, hombres y mujeres, dispuestos uno junto a otro, de cara a la pared, los brazos en alto; entro al dormitorio y encuentro en mi cama a la mujer, desnuda; promete despertarme mañana a la hora de siempre; extraigo del cajón de la mesa de luz centenares de paquetes de preservativos, lleno con ellos los bolsillos del piyama, y entro al ropero y cierro la puerta desde adentro.

Por la madrugada me despierto tiritando, alguien ha abierto la ventanita del ropero y tengo fiebre, estoy bañado en sudor y me duele el ojo izquierdo, pido a gritos un médico o una ambulancia, pero estoy en medio de un campo desolado y no hay quien escuche mis gritos.