Ciudad portuaria
Respetables amas de casa y muchachas van a la posada, y durante todo el tiempo de permanencia de un huésped, alguna de ellas pasará toda la noche con él. Desde que se levante, en el almuerzo y las caminatas, ella estará a su lado. Parecerán una pareja en su luna de miel.
Sin embargo, cuando él le diga que quiere llevarla a una posada de aguas termales, la mujer ladeará la cabeza pensativa. Y si le propone alquilar una casa en la ciudad, ella, si es joven, le dirá casi feliz:
—Seré tu mujer. Pero si no es por mucho tiempo. A lo sumo por un año o seis meses.
Esa mañana, el hombre se apresuraba a empacar sus cosas para partir en barco. La mujer, mientras lo ayudaba, dijo:
—¿Escribirías una carta por mí?
—¿Ahora?
—Ya no soy tu mujer, así que no importa. Durante todo el tiempo que estuviste aquí, me mantuve a tu lado, ¿no fue así? No he hecho nada malo. Pero ahora ya no soy tu mujer.
—¿De veras es así?
Escribió la carta a un hombre por ella. Era, obviamente, un hombre que, como él, había pasado medio mes con la mujer en la posada.
—¿Me enviarías una carta también a mí, una mañana en que algún otro se embarque, cuando ya no seas su mujer?
1924
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