domingo, 31 de marzo de 2019

Emma Reyes / La santa


Emma Reyes
LA SANTA


Un día nos contó que estaban leyendo la historia de una santa muy joven y muy linda que le habían sacado los dos ojos con unas cucharas y le habían cortado los dos senos y que todo junto lo habían puesto sobre un grande plato de plata y se lo habían ofrecido a un grande señor muy rico y poderoso, pero que por la noche los ángeles habían bajado del cielo y se habían llevado la santa al paraíso. El hombre rico, que era muy malo, se había vuelto ciego por castigo de Dios.
Emma Reyes
Memoria por correspondencia
Bogotá, Laguna Libros, 2012, pp. 179-180







martes, 26 de marzo de 2019

Emma Reyes / La Nueva



Emma Reyes
LA NUEVA

Y mañana la misa será de Réquiem. Les pido que la ofrezcan por el alma de una de sus compañeras que ha muerto ayer. La mayor parte de ustedes solo la conocieron de vista, ni siquiera su nombre lo aprendieron, la llamaban la Nueva. Pero un grupo muy pequeño sí sabe bien quién era María. La pálida y transparente María, flaca, raquítica; su familia, cuando nos la trajeron, no nos dijeron que la niña era enferma, la pobre estaba loca. Se había metido en la cabeza la idea de que un muñeco que cargaba siempre era su hermanito. Hace dos días su familia la llevó a un paseo al río Bogotá. Ella quiso bañar su muñeco y se le deslizó de las manos y se fue al fondo. Cuando la familia se dio cuenta, ella ya se había echado de cabeza toda vestida a salvar su muñeco. Desgraciadamente no la alcanzaron a salvar. Solo ayer lograron encontrarla. En su mano tenía fuerte, fuerte apretado su muñeco...

Emma Reyes
Memoria por correspondencia
Bogotá, Laguna Libros, 2012, pp. 160-161



lunes, 25 de marzo de 2019

Emma Reyes / Encerradas



Emma Reyes
ENCERRADAS


Sentimos de nuevo el ruido de las llaves y de las cadenas; cuando la puerta se abrió entró un rayo de sol en el salón, en el piso se veía la sombra de las dos monjas que se alejaban. La puerta se cerró detrás de ellas y a nosotras nos separó del mundo por casi quince años.



Emma Reyes
Memoria por correspondencia
Bogotá, Laguna Libros, 2012, p. 104


domingo, 24 de marzo de 2019

Emma Reyes / El monstruo negro






Emma Reyes
EL MONSTRUO NEGRO


A la agencia solo me llevaban cuando había fiestas en la plaza. Un día la señorita María le dijo a Betzabé que a la tarde me vistiera y que fuéramos a la agencia, que iba a haber cohetes y vacas locas. Naturalmente al Niño lo dejamos solo, encerrado en la casa. Cuando llegamos, la plaza, el atrio de la iglesia y los andenes estaban llenos de gente, a mí me alzaron y me pusieron sobre el mostrador de la agencia, los cohetes ya habían empezado y de todos lados se oían cantos y gentes que tocaban tiple. De pronto sentimos un ruido terrible, un ruido que no se parecía a nada, la gente empezó a correr en todas direcciones, la mayor parte se refugió en la iglesia, otros entraban a las casas, los chicos se subían a los árboles, la agencia, que quedaba de la parte alta del andén, se llenó de gente, el ruido se aproximaba cada vez más. De pronto vimos aparecer por detrás de la iglesia un monstruo negro terrible que avanzaba hacia el centro de la plaza. Los ojos enormes y abiertos eran de un color amarillento y tenían tanta luz que iluminaban la mitad de la plaza. La gente se tiró al suelo de rodillas y empezaron a rezar y a echarse bendiciones; una mujer que tenía dos niños chiquitos los tiró al suelo y se acostó sobre ellos cubriéndolos como hacen las gallinas con los huevos. Unos hombres avanzaron hacia la plaza con unos grandes palos en la mano. El animal se detuvo en la mitad de la plaza y cerró los ojos. Era el primer automóvil que llegaba a Guateque.
Emma Reyes
Memoria por correspondencia
Bogotá, Laguna Libros, 2012, pp. 58-59

sábado, 23 de marzo de 2019

Jaime Fernández / La lima de Adriana



Jaime Fernández
Biografía
LA LIMA DE ADRIANA

Adriana sintió de repente un leve apretón. A su lado, en el apretujado bus urbano, iba un hombre bien vestido y perfumado. Al principio no sospecho nada, pero luego reaccionó al percatarse de que el dinero que llevaba en la cartera había desaparecido. Se aterrorizó.

Decidió de manera inmediata tomar una medida drástica, pues ese dinero lo tenía destinado para pagar dos meses atrasados de arriendo. El asunto era de vida o muerte.

No lo dudó un segundo. Sacó del bolso su única arma: una lima metálica para las uñas. La apretó con toda su fuerza contra un costado del hombre y le dijo (con furia pero en un susurro):

—Entrégueme el dinero ya mismo, ¡desgraciado!

El hombre, estremecido por la sorpresa, sacó el fajo de billetes de su bolsillo y se lo entregó.

De inmediato Adriana alcanzó la puerta y salió. Miró hacia todos lados y corrió, corrió con locura.

Llegó al banco y se dispuso a hacer la consignación. Contó el dinero y se dio cuenta de que había mucho más de lo que ella traía. Pensó: el tipo ya había robado antes a más gente.

Regresó a su casa, y cuando entró a su cuarto sobrevino la sorpresa: el dinero del arriendo reposaba ahí, olvidado sobre la mesita de noche.