sábado, 31 de diciembre de 2016

Ana María Shua / La Que No Está


Ana María Shua

La Que No Está

Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.



viernes, 30 de diciembre de 2016

Ana María Shua / Mago con serrucho



Ana María Shua
MAGO CON SERRUCHO

Con el serrucho, el mago corta en dos la caja de donde asoman las piernas, los brazos y la cabeza de su partenaire. La cara de la mujer, sonriente al principio, se deforma en una mueca de miedo. En seguida empieza a gritar. Brota la sangre, la mujer aúlla pidiendo socorro y mueve los brazos y las piernas con aparente desesperación mientras la gente aplaude y se ríe. Al rato sólo se queja débilmente. Después se calla. En otras épocas, recuerda el mago, el público era más exigente: pretendía que la mujer volviera a aparecer intacta. Ahora, en cierto modo, todo es más fácil. Excepto conseguir ayudante, claro.


lunes, 19 de diciembre de 2016

Enrique del Acebo Ibañez / La malquerida



Enrique del Acebo Ibañez 

LA MALQUERIDA


A pesar de saberse deseada por casi todos los hombres, no terminaba de acostumbrarse a tanto maltrato: cabezazos y puntapiés la tenían siempre en vilo.

Sólo se sentía mimada cuando un niño la ponía junto a su almohada luego de haber jugado todo el día con ella en el potrero.




Enrique del Acebo Ibañez
 
Breves Encuentros (en ciento once relatos)
Argentina, 2008.



jueves, 15 de diciembre de 2016

Cayo Petronio / El lobo


Cayo Petronio
EL LOBO

Logré que uno de mis compañeros de hostería —un soldado más valiente que Plutón— me acompañara. Al primer canto del gallo emprendimos la marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para; empieza a conjurar astros; yo me siento y me pongo a contar las columnas y a canturrear. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y dejar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las carnes; me quedé como muerto: lo vi orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo.
Lobo, rompió a dar aullidos y huyó al bosque.
Fui a recoger su ropa y vi que se había transformado en piedra.
Desenvainé la espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme llegar a tales horas. "Si hubieras llegado un poco antes —me dijo— hubieras podido ayudarnos, un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas; fue una verdadera carnicería; logró escapar pero uno de los esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza."
Al día siguiente volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada había una mancha de sangre.
Entré en la hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. Sangraba como un buey; un médico estaba curándole el cuello.




viernes, 9 de diciembre de 2016

Hipólit G. Navarro / La inspiración


Hipólito G. Navarro

LA INSPIRACIÓN

Hay que imaginarse el escenario: los días todos iguales del Polo Sur, una atardecida eterna que arropa de desvaído azul un universo frío, plano y desamueblado. En el espacio que nos interesa recortar tal vez se puedan suponer, además de la superficie helada y blanca, tres o cuatro pingüinos a lo lejos, si acaso en un ángulo a la izquierda los deshilachados amagos amarillos de una aurora boreal. Poco más. Y frío, un frío abstracto y desacostumbrado para los termómetros.

Pero en el centro de la escena está el iglú, como una redonda y rotunda provocación. Y en su interior, la historia: despaciosos sucederes presididos por el calor. Los padres se aman desnuditos bajo las blanquísimas pieles de oso, la abuela come a lentos puñados de un pescado blanco salpicado de rojo intenso en las agallas, y el hijo entretiene su mirada en el alegre bailoteo de las llamas en el fuego del hogar. Esa contemplación ensimismada le ocupa todas las horas; hay poco colegio por esas latitudes. No se trata de perder el tiempo, aunque lo parezca, como no se pierde el tiempo si se observa toda una tarde el vaivén del mar golpeando en la costa o el resto de la noche el cuerpo desnudo de la mujer que hemos amado. Los ojos del niño han subido y bajado al compás de las llamas durante horas y horas, y ahora tiene como dos brasas las pupilas. Afuera todo lo más quedará un solitario pingüino rezagado, el paisaje aún más plano bajo el peso de difíciles constelaciones. Es entonces cuando el niño casi lo susurra: «Bueno..., y yo ahora me pregunto...: ¿qué es un rincón?».



sábado, 3 de diciembre de 2016

Milan Kundera / La piscina



Milan Kundera
LA PISCINA

Había una gran piscina cubierta. Seríamos unas veinte. Todas mujeres. Todas estábamos desnudas y teníamos que marchar alrededor de la piscina. Del techo colgaba un cesto y dentro de él había un hombre de pie. Llevaba un sombrero de ala ancha que dejaba en sombras su cara, pero yo sabía que eras tú. Nos dabas órdenes. Gritabas. Mientras marchábamos teníamos que cantar y hacer flexiones. Cuando alguna hacía mal la flexión, tú le disparabas con una pistola y ella caía muerta a la piscina. Y en ese momento todas empezaban a reírse y cantar en voz aún más alta. Tú no nos quitabas los ojos de encima y, cuando alguna volvía a hacer algo mal, le disparabas. La piscina estaba llena de cadáveres que flotaban justo debajo de la superficie del agua. ¡Y yo me daba cuenta de que ya no tenía fuerza para hacer la siguiente flexión y que me ibas a matar!


Milan Kundera
La insoportable levedad del ser

jueves, 24 de noviembre de 2016

Milan Kundera / Coche fúnebre


Milan Kundera
COCHE FÚNEBRE

Yacía en un coche fúnebre grande como un camión de mudanzas. A su lado no había más que mujeres muertas. Había tantas que las puertas tenían que quedar abiertas y las piernas de algunas sobresalían. 

Teresa gritaba: "¡Si no estoy muerta! ¡Si lo siento!".

"Nosotros también lo sentimos todo", reían los cadáveres.

Milan Kundera
La insoportable levedad del ser

sábado, 12 de noviembre de 2016

Esopo / El caballo, el buey, el perro y el hombre




Esopo

EL CABALLO, EL BUEY, 
EL PERRO Y EL HOMBRE

Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida. Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.

Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a donde el hombre y le pidió que le diera abrigo.

El hombre le dijo que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.

Poco después se presentó el buey, que tampoco podía sufrir el mal tiempo. El hombre le contestó lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó admitido.

Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.

Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, se vuelven irascibles y malhumorados.

Cuatro son las etapas del hombre: niñez, juventud, madurez y vejez.



miércoles, 9 de noviembre de 2016

Jean-Claude Carrière / La boñiga




Jean-Claude Carrière
BIOGRAFÍA

LA BOÑIGA 


Una historia de origen polaco ilustra admirablemente cierta estructura del espíritu. Habla de un polaco y un judío que, juntos, se dirigen a pie a un mercado. Ven un montón de excrementos y el judío le dice al campesino polaco: 
—Te doy diez zlotys si te comes esa boñiga. 
El campesino se queda pensativo. Imagina todo lo que podría hacer con diez zlotys mientras se pregunta por las intenciones ocultas del judío, que tiene fama de pícaro. 
Al fin acepta y, mal que bien, se traga la boñiga. El judío le da los diez zlotys prometidos y los dos hombres siguen caminando. 
Sin embargo, el judío reflexiona y se dice que sólo ha conseguido perder diez zlotys y que el polaco no parece haber sufrido gran cosa al engullir la boñiga. 
Al descubrir un segundo montón de excrementos, el judío se para y le dice al polaco: 
—Si me como esa boñiga, ¿me devuelves los diez zlotys? 
—Bueno, de acuerdo —dice el campesino tras pensarlo brevemente. 
El judío se pone manos a la obra y, a duras penas, gruñendo y ahogándose, se traga toda la boñiga. 
Vuelven a ponerse en camino los dos. Una media hora más tarde, el polaco le pregunta al judío: 
—Puesto que eres tan inteligente, ¿puedes decirme por qué nos hemos comido toda esa mierda?
No conocemos la respuesta del judío.

Jean-Claude Carrière
El segundo círculo de los mentirosos 
Lumen, Barcelona, 2008, 380 páginas

Nota
Jean-Claude Carrière no es propiamente el autor sino el compilador. En el Prólogo de El segundo círculo de los mentirosos confiesa que ha dedicado más de diez años a este volumen y se pregunta, y más que nunca en estos días difíciles, si habrá un tercero.



domingo, 6 de noviembre de 2016

Jean-Claude Carrière / El soporte del mundo




Jean-Claude Carrière
BIOGRAFÍA

EL SOPORTE DEL MUNDO 

El gran Euclides estaba un día dando clase y, entre otros temas, hablaba del mundo. El joven Ptolomeo —sin duda su mejor alumno— levantó la mano y le preguntó sobre qué se sostenía el mundo.
—Se sostiene –le contestó Euclides— sobre los hombros de un enorme gigante.
Ptolomeo bajó la cabeza y la clase continuó.
Un poco más tarde, el joven Ptolomeo volvió a levantar la cabeza y se atrevió a preguntar sobre qué se sostenía el gigante.
—Se sostiene —le contestó Euclides— sobre el caparazón de una enorme tortuga.
Y de inmediato, sin esperar otra pregunta de su alumno, Euclides añadió con severidad, alzando la voz:
—Y debajo de la tortuga ¡sólo hay tortugas!



Jean-Claude Carrière
El círculo de los mentirosos
Lumen, Barcelona, 2000, 464 páginas



Nota

Jean-Claude Carrière no es propiamente el autor sino el compilador. El famoso guionista se propuso recoger y reescribir de manera escueta y precisa las historias cortas de todas las tradiciones. Ha hecho un trabajo maravilloso, de toda la vida. El círculo de los mentirosos es el primer tomo de dos. Carrière había pensado en un tercero pero su tiempo, por desgracia, se abrevia. 


jueves, 3 de noviembre de 2016

Esopo / El ciego


Esopo
EL CIEGO

Érase una vez un ciego muy hábil para reconocer al tacto cualquier animal al alcance de su mano, diciendo de qué especie era. Le presentaron un día un lobezno, lo palpó y quedó indeciso.

-No acierto -dijo-, si es hijo de una loba, de una zorra o de otro animal de su misma cualidad; pero lo que sí sé es que no ha nacido para vivir en un rebaño de corderos.



martes, 1 de noviembre de 2016

Esopo / El cuervo enfermo



Esopo
EL CUERVO ENFERMO

Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:

- Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.

La madre contestó:

- ¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de tí? ¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?



viernes, 28 de octubre de 2016

Esopo / La mosca




Esopo
LA MOSCA

Cayó una mosca en una olla llena de carne. A punto de ahogarse en la salsa, exclamó para sí misma:

-Comí, bebí y me bañé; puede venir la muerte, no me importa ahora.





jueves, 20 de octubre de 2016

Esopo / La viuda y la oveja


Esopo
LA VIUDA Y LA OVEJA


Una pobre viuda tenía una única oveja. Al tiempo de la trasquila, y deseando tomar su lana en forma económica, la trasquiló ella misma, pero usaba la herramienta en tan mala forma que junto con la lana le cortaba también la carne. La oveja acongojada y con dolor, le dijo:

-¿Por qué me maltratas así, ama? ¿En que te puede beneficiar el agregar mi sangre a la lana? Si quieres mi carne, llama al carnicero quien me matará al instante sin sufrimiento, pero si lo que deseas es mi lana, ahí está el esquilador, quien me esquilará sin herirme.


jueves, 13 de octubre de 2016

Bob Dylan / Animal



Bob Dylan
ANIMAL

He saw an animal as smooth as glass
Slithering his way through the grass
Saw him disappear by a tree near a lake

Vio a un animal tan liso como el vidrio
Deslizándose entre la hierba
Lo vio desaparecer en un árbol junto a un lago

Nota
"Animal" es la última estrofa de una canción de Bob Dylan, "Man Gave Names to All the Animals" (El hombre que puso nombre a los animales").

Bob Dylan
Letras
México, Océano, 2011, pp. 870 - 871



lunes, 10 de octubre de 2016

Adela Fernández / La dicha de estrenar ropa

Muñecas
Ekaterina y Elena Popovy

Adela Fernández
LA DICHA DE ESTRENAR ROPA

En otra ocasión, de visita en casa de Hortensia la costurera, las niñas se probaban ante el espejo sus vestidos nuevos, y con risas y gesticulaciones entusiastas compartían con sus reflejos la dicha de estrenar ropa. Mi madre pagó el valor de la hechura a la modista y se despidió satisfecha de poder vestir a sus dos hijas obtenidas por la gracia de Dios. En la puerta escuchó unas voces que la llamaban, se detuvo y vio que del espejo salían los reflejos y tras adquirir cuerpo y alma corrieron a alcanzarla. Esa vez mi madre regresó a casa con cuatro Cordelias.

Adela Fernández / Cordelias

Adela Fernández
Duermevelas
Editorial Katún, México, D.F, 1986, p.  16



sábado, 1 de octubre de 2016

Adela Fernández / Dos Cordelias



Adela Fernández
Biografía
DOS CORDELIAS

El día que fueron a traer agua de la fuente, Cordelia se sorprendió al ver por primera vez su rostro reflejado y comenzó a hablar consigo misma. A punto de retirarse del lugar, de la fuente salió el reflejo y adquirió cuerpo y alma. Mi madre fingió no asombrarse y ante los ojos estupefactos de los aguadores, como si nada hubiera pasado, tomó a las niñas de la mano y emprendió la caminata de regreso. Mi madre llegó a casa con dos Cordelias, una de ellas empapada.


Adela Fernández
Duermevelas
Editorial Katún, México, D.F, 1986, p.  16



martes, 27 de septiembre de 2016

Grace Paley / La vida con Cindy


Grace Paley
LA VIDA CON CINDY

La vida con Cindy tiene muchos atractivos. Al lado de una persona de otra generación se aprenden muchas cosas importantes. Y ella siempre demuestra tener gran fe en el futuro. En mi opinión, dentro de seis o siete años se habrá convertido en una mujer maravillosa. Le deseo suerte; para entonces seremos unos extraños.

Grace Paley, "Un diámetro inalterable"
Cuentos completos
Anagrama, Barcelona, 2016




domingo, 25 de septiembre de 2016

Luisa Valenzuela / Contaminación semántica


Luisa Valenzuela
BIOGRAFÍA

CONTAMINACIÓN SEMÁNTICA


La vida transcurría plácida y serena en la bella ciudad de provincia sobre el lago.
A pie o en coche, en ómnibus o en funicular, sus habitantes se trasladaban de las zonas altas a las bajas o viceversa sin alterar por eso ni la moral ni las buenas costumbres.
Hasta que llegaron los hispanistas y subvirtieron el orden. El orden de los vocablos. Y decretaron, porque sí, porque se les dio la gana, que la palabra funicular como sustantivo vaya y pase, pero en calidad de verbo se hacía mucho más interesante.
Y desde ese momento el alegre grupo de hispanistas y sus colegas funicularon para arriba, funicularon para abajo, y hasta hubo quien funiculó por primera vez en su vida y esta misma noche, estoy segura, muchos de nosotros funicularemos juntos.
Y la ciudad nunca más volverá a ser la misma.




jueves, 22 de septiembre de 2016

Luisa Valenzuela / Hay amores que matan



Luisa Valenzuela
BIOGRAFÍA

HAY AMORES QUE MATAN


Para Claude Bowald

Ante lo sublime del paisaje él sintió la necesidad de expresar sin palabras lo que resonaba en su corazón desde que la conoció. Estaban en lo más alto del monte, a sus pies se encadenaban los lagos y frente a ellos, tras los lagos, la cordillera se erguía majestuosa y nevada.
Él busco por el suelo rocoso alguna mínima flor, no digamos ya un edelweiss, y sólo encontró una varita de plástico verde fluo, de esas que se usan para revolver el trago. Se la brindó a ella como una ofrenda: es mágica, le dijo.
Y ella, que compartía sus sentimientos, la aceptó como tal y para demostrárselo elevó la varita mágica en el aire y con gracioso gesto señaló el pico más alto que asomaba inmaculado a través de las azules transparencias pintadas por la lejanía.
-Quiero una mancha roja allá, conminó.
Y ambos rieron.
Quien no pudo reír en absoluto fue el alpinista solitario que perdió pie en ese preciso instante y se desplomó sobre las afiladas aristas del barranco, poniendo una mancha roja precisamente allá, en el pico más alto.
Allá donde ni los dos enamorados ni nadie lograrían jamás verla.



domingo, 18 de septiembre de 2016

Luisa Valenzuela / El abecedario




Luisa Valenzuela
BIOGRAFÍA

EL ABECEDARIO


El primer día de enero se despertó al alba y ese hecho fortuito determinó que resolviera ser metódico en su vida. En adelante actuaría con todas las reglas del arte. Se ajustaría a todos los códigos. Respetaría, sobre todo, el viejo y buen abecedario que, al fin y al cabo, es la base del entendimiento humano.

Para cumplir con este plan empezó como es natural por la letra A. Por lo tanto la primera semana amó a Ana; almorzó albóndigas, arroz con azafrán, asado a la árabe y ananás. Adquirió anís, aguardiente y hasta un poco de alcohol. Solamente anduvo en auto, asistió asiduamente al cine Arizona, leyó la novela Amalia, exclamó ¡ahijuna! y también ¡aleluya! y ¡albricias! Ascendió a un árbol, adquirió un antifaz para asaltar un almacén y amaestró una alondra. 

Todo iba a pedir de boca. Y de vocabulario. Siempre respetuoso del orden de las letras la segunda semana birló una bicicleta, besó a Beatriz, bebió Borgontildea. La tercera cazó cocodrilos, corrió carreras, cortejó a Clara y cerró una cuenta. La cuarta semana se declaró a Desirée, dirigió un diario, dibujó diagramas. La quinta semana engulló empanadas y enfermó del estómago. 

Cumplía una experiencia esencial que habría aportado mucho a la humanidad de no ser por el accidente que le impidió llegar a la Z. La decimotercera semana, sin tenerlo previsto, murió de meningitis.





viernes, 9 de septiembre de 2016

martes, 30 de agosto de 2016

Anónimo / Vuelo 6969


Anónimo
Vuelo 6069

"El vuelo 6969 con destino a Bali esta a punto de despegar'. Y entonces la preciosa azafata de uniforme rojo comienza a lanzarme miradas de soslayo, cada vez más descaradas; y poco a poco los pasajeros de este largo vuelo intercontinental se van quedando dormidos; y ella se inclina mucho cuando me sirve una copa de vino de forma que puedo verle el escote; y un rato después reparte esas mantas de aerolínea que todos tenemos en casa; y decide sentarse a descansar en el asiento vacío que tengo al lado; y se mete debajo de mi manta; y poco a poco desliza su mano por mis piernas, subiendo cada vez más mientras me da pequeños mordiscos en la oreja con sus labios pintados de carmín... Y entonces me despierto en el autobús de línea que me lleva al trabajo.



jueves, 25 de agosto de 2016

Begoña Ugalde / Nada





Begoña Ugalde
NADA

Se encuentran todos los lunes. Nunca se saludan en la superficie. Son imágenes difusas las que tienen el uno del otro porque el agua les empaña los lentes. Al principio nadan muy rápido, con ansiedad. Luego lo hacen al mismo tiempo, más pausadamente, como ahogándose y riéndose a la vez. Ella sale primero de la piscina. Se tapa con la toalla apenas sube la escalera metálica. Él espera algunos minutos. Flotando boca arriba, mira las nubes a través del techo de vidrio. En sus camarines se duchan cantando para sacarse el olor a cloro que les queda en la piel.



domingo, 21 de agosto de 2016

James Thurber / El unicornio en el jardín



James Thurber
EL UNICORNIO EN EL JARDÍN
Traducción de Camilo Hernández

Una mañana brillante, hace ya mucho tiempo, justo cuando daba inicio a su solitario desayuno, aquel hombre levantó la vista del plato de huevos revueltos para ver un unicornio blanco con un cuerno dorado que con toda la calma del mundo estaba comiendo las rosas del jardín. El hombre subió al cuarto donde todavía dormía su esposa y la despertó. “Hay un unicornio en el jardín -le dijo-. Está comiéndose las rosas.” La mujer abrió un ojo poco amistoso y lo miró. “Los unicornios son animales mitológicos”, dijo, y le dio la espalda. El hombre bajó despacio las escaleras y salió al jardín. El unicornio estaba todavía allí, ahora curioseando entre los tulipanes tiernos. “Ten, unicornio”, dijo el hombre, cortó un lirio y se lo dio. El unicornio, muy serio, se comió el lirio. El hombre subió otra vez al cuarto, orgulloso por tener un unicornio en el jardín, y de nuevo despertó a su esposa. “El unicornio -le dijo- se comió un lirio.” La mujer se sentó en la cama y lo contempló fríamente. “Estás como una cabra -le dijo-. Tendré que hacer que te metan en una casa de locos”. El hombre que nunca había sentido la más mínima atracción por las expresiones "estar como una cabra" y "casa de locos", y que le gustaban mucho menos en una mañana brillante cuando tenía un unicornio en el jardín, se quedó pensativo. “Ya veremos”, dijo y se dirigió a la puerta. “Tiene un cuerno dorado en medio de la frente”, dijo por último y volvió al jardín para ver al unicornio; pero el animal ya se había ido. El hombre se sentó entre las rosas y se quedó dormido.
En cuando su esposo salió de la casa, la mujer se levantó y se vistió lo más rápido que pudo. Estaba tan emocionada que los ojos la resplandecían de maldad. Llamó a la policía y al psiquiatra y les pidió que vinieran lo más pronto posible a su casa y que de paso trajeran una camisa de fuerza. Cuando ambos llegaron, se sentaron a escucharla con gran interés. “Mi esposo vio un unicornio esta mañana”, dijo la mujer. El policía miró al psiquiatra y el psiquiatra miró al policía. “ Me dijo que se había comido un lirio.” El psiquiatra miró al policía y el policía miró al psiquiatra. “Me dijo que tenía un cuerno dorado en medio de la frente.” A una señal del psiquiatra, el policía saltó de su asiento y entre los dos agarraron a la mujer. Pasaron trabajo para dominarla, porque opuso resistencia, pero al final lo lograron. Ya le habían puesto la camisa de fuerza cuando el marido entró en la casa.
“¿Le dijo usted a su esposa que había visto un unicornio?”, preguntó el policía. “Por supuesto que no -contestó el hombre-. Los unicornios son animales mitológicos.” “Eso era todo lo que necesitaba saber -dijo el psiquiatra-. Llévesela. Lo lamento, señor, pero su mujer está más loca que una cabra.” Así fue que se la llevaron, maldiciendo y gritando, y la encerraron en un manicomio. De más está decir que el esposo vivió feliz el resto de su vida.
Moraleja: No hay que vender la piel de la cabra antes de haberla cazado.



THE UNICORN IN THE GARDEN
by James Thurber
Fables For Our Time

Once upon a sunny morning a man who sat in a breakfast nook looked up from his scrambled eggs to see a white unicorn with a golden horn quietly cropping the roses in the garden. The man went up to the bedroom where his wife was still asleep and woke her. "There's a unicorn in the garden," he said. "Eating roses." She opened one unfriendly eye and looked at him.
"The unicorn is a mythical beast," she said, and turned her back on him. The man walked slowly downstairs and out into the garden. The unicorn was still there; now he was browsing among the tulips. "Here, unicorn," said the man, and he pulled up a lily and gave it to him. The unicorn ate it gravely. With a high heart, because there was a unicorn in his garden, the man went upstairs and roused his wife again. "The unicorn," he said,"ate a lily." His wife sat up in bed and looked at him coldly. "You are a booby," she said, "and I am going to have you put in the booby-hatch."
The man, who had never liked the words "booby" and "booby-hatch," and who liked them even less on a shining morning when there was a unicorn in the garden, thought for a moment. "We'll see about that," he said. He walked over to the door. "He has a golden horn in the middle of his forehead," he told her. Then he went back to the garden to watch the unicorn; but the unicorn had gone away. The man sat down among the roses and went to sleep.
As soon as the husband had gone out of the house, the wife got up and dressed as fast as she could. She was very excited and there was a gloat in her eye. She telephoned the police and she telephoned a psychiatrist; she told them to hurry to her house and bring a strait-jacket. When the police and the psychiatrist arrived they sat down in chairs and looked at her, with great interest.
"My husband," she said, "saw a unicorn this morning." The police looked at the psychiatrist and the psychiatrist looked at the police. "He told me it ate a lilly," she said. The psychiatrist looked at the police and the police looked at the psychiatrist. "He told me it had a golden horn in the middle of its forehead," she said. At a solemn signal from the psychiatrist, the police leaped from their chairs and seized the wife. They had a hard time subduing her, for she put up a terrific struggle, but they finally subdued her. Just as they got her into the strait-jacket, the husband came back into the house.
"Did you tell your wife you saw a unicorn?" asked the police. "Of course not," said the husband. "The unicorn is a mythical beast." "That's all I wanted to know," said the psychiatrist. "Take her away. I'm sorry, sir, but your wife is as crazy as a jaybird."
So they took her away, cursing and screaming, and shut her up in an institution. The husband lived happily ever after.
Moral: Don't count your boobies until they are hatched.