martes, 29 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / En el rastro de su olor de humo

Fotografía de Pascal Baetens

Gabriel García Márquez
EN EL RASTRO DE SU OLOR DE HUMO

A pesar de que había perdido sus encantos y el esplendor de su risa, él la buscaba y la encontraba en el rastro de su olor de humo.

Gabriel García Márquez
Cien años de soledad
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967, p. 101



Gabriel García Márquez / Como un gato

Fotografía de Michael Papendieck

Gabriel García Márquez
COMO UN GATO
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Pero desde aquel día se enroscó como un gato al calor de su axila.

Gabriel García Márquez
Cien años de soledad
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967, p. 102



domingo, 27 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / El juego infinito


Gabriel García Márquez
EL JUEGO INFINITO

Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador les decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador les decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.


Gabriel García Márquez
Cien años de soledad

Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967




sábado, 26 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / Los cuartos infinitos


Gabriel García Márquez
BIOGRAFÍA
LOS CUARTOS INFINITOS
-
Cuando estaba solo, José Arcadio Buendía se consolaba con el sueño de los cuartos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y pasaba a otro cuarto igual, con la misma cama de cabecera de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la Virgen de los Remedios en la pared del fondo. De ese cuarto pasaba a otro exactamente igual, cuya puerta abría para pasar a otro exactamente igual, y luego a otro exactamente igual, hasta el infinito. Le gustaba irse de cuarto en cuarto, como en una galería de espejos paralelos, hasta que Prudencio Aguilar le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto, despertando hacia atrás, recorriendo el camino inverso, y encontraba a Prudencio Aguilar en el cuarto de la realidad. Pero una noche, dos semanas después de que lo llevaron a la cama, Prudencio Aguilar le tocó el hombro en un cuarto intermedio, y él se quedó allí para siempre, creyendo que era el cuarto real.


Gabriel García Márquez
Cien años de soledad
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967, p. 124




-

viernes, 25 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / Por fin



Gabriel García Márquez
BIOGRAFÍA
POR FIN

Hace unos tres años, acababa de almorzar en mi casa de México, cuando llamaron a la puerta, y uno de mis hijos, muerto de risa, me dijo: "Padre, ahí te buscas tú mismo". Salté del asiento, pensando con una emoción incontenible: "Por fin, ahí está".





jueves, 24 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / El otro


Gabriel García Márquez
BIOGRAFÍA
EL OTRO

El otro no me encontrará jamás, porque no sabe dónde vivo, ni como soy, ni podría concebir que seamos tan distintos. Seguirá disfrutando de su existencia imaginaria, deslumbrante y ajena, con su yate propio, su avión privado y sus palacios imperiales donde baña con champaña a sus amantes doradas y derrota a trompadas a sus príncipes rivales. Seguirá alimentándose de mi leyenda, rico hasta más no poder, joven y bello para siempre y feliz hasta la última lágrima, mientras yo sigo envejeciendo sin remordimientos frente a mi máquina de escribir, ajeno a sus delirios y desafueros, y buscando todas las noches a mis amigos de toda la vida para tomarnos los tragos de siempre y añorar sin consuelo el olor de la guayaba. Porque lo más injusto es eso: que el otro es el que goza de la fama, pero yo soy el que se jode viviendo.

Gabriel García Márquez / Mi otro yo








miércoles, 23 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / Allí



Gabriel García Márquez
BIOGRAFÍA
ALLÍ
Llevaba allí más de una hora, siempre pensando en la muerte, cuando empezó el otoño.


Gabriel García Márquez / Buen viaje, señor presidente



Gabriel García Márquez
Doce cuentos peregrinos
Bogotá, Editorial Oveja Negra, 1992, p. 25








domingo, 20 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / El entierro

Gabriel García Márquez
Ciudad de México, 6 de marzo de 2014
Gabriel García Márquez
BIOGRAFÍA
EL ENTIERRO

Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. «Eres el único que no puede irse», me dijo.


Gabriel García Márquez / Por qué doce cuentos peregrinos





viernes, 18 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / La bella durmiente

Hombro I
Fragmentos de un cuerpo amoroso
Fotografía de Triunfo Arciniegas
Gabriel García Márquez
LA BELLA DURMIENTE


Fue un viaje intenso. Siempre he creído que no hay nada más hermoso en la naturaleza que una mujer hermosa, de modo que me fue imposible escapar ni un instante al hechizo de aquella criatura de fábula que dormía a mi lado. El sobrecargo había desaparecido tan pronto como despegamos, y fue reemplazado por una azafata cartesiana que trató de despertar a la bella para darle el estuche de tocador y los auriculares para la música. Le repetí la advertencia que ella le había hecho al sobrecargo, pero la azafata insistió para oír de ella misma que tampoco quería cenar. Tuvo que confirmárselo el sobrecargo, v aun así me reprendió porque la bella no se hubiera colgado en el cuello el cartoncito con la orden de no despertarla.
   Hice una cena solitaria, diciéndome en silencio lo que le hubiera dicho a ella si hubiera estado despierta. Su sueño era tan estable, que en cierto momento tuve la inquietud de que las pastillas que se había tomado no fueran para dormir sino para morir. Antes de cada trago, levantaba la copa y brindaba.
   —A tu salud, bella.
Terminada la cena apagaron las luces, dieron la película para nadie, y los dos quedamos solos en la penumbra del mundo. La tormenta más grande del siglo había pasado, y la noche del Atlántico era inmensa y límpida, y el avión parecía inmóvil entre las estrellas. Entonces la contemplé palmo a palmo durante varias horas, y la única señal de vida que pude percibir fueron las sombras de los sueños que pasaban por su frente como las nubes en el agua. Tenía en el cuello una cadena tan fina que era casi invisible sobre su piel de oro, las orejas perfectas sin puntadas para los aretes, las uñas rosadas de la buena salud, y un anillo liso en la mano izquierda. Como no parecía tener más de veinte años me consolé con la idea de que no fuera un anillo de bodas sino el de un noviazgo efímero. “Saber que duermes tú, cierta, segura, cauce fiel de abandono, línea pura, tan cerca de mis brazos maniatados”, pensé, repitiendo en la cresta de espumas, de champaña el soneto magistral de Gerardo Diego. Luego extendí la poltrona a la altura de la suya, y quedamos acostados más cerca que en una cama matrimonial. El clima de su respiración era el mismo de la voz, y su piel exhalaba un hálito tenue que sólo podía ser el olor propio de su belleza. Me parecía increíble: en la primavera anterior había leído una hermosa novela de Yasunari Kawabata sobre los ancianos burgueses de Kyoto que pagaban sumas enormes para pasar la noche contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y narcotizadas, mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama. No podían despertarlas, ni tocarlas, y ni siquiera lo intentaban, porque la esencia del placer era verlas dormir. Aquella noche, velando el sueño de la bella, no sólo entendí aquel refinamiento senil, sino que lo viví a plenitud.
   —Quién iba a creerlo —me dije, con el amor propio exacerbado por la champaña—: Yo, anciano japonés a estas alturas.


Gabriel García Márquez / El avión de la bella durmiente




Hombro II
Fragmentos de un cuerpo amoroso
Fotografía de Triunfo Arciniegas
SLEEPING BEAUTY
by Gabriel García Márquez

It was an intense flight. I had always thought that there was nothing more fascinating in all of nature than a beautiful woman. So it was impossible for me to escape even for an instant the spell of this fairy tale creature that slept at my side. The flight attendant had disappeared as soon as we took off, and was replaced by a Cartesian stewardess that tried to wake the beauty to give her the toiletry bag and headphones. I told the stewardess the warning that the beauty had given to the chief flight attendant, but the she insisted on hearing from the beauty herself that she did not want dinner. The woman had to check with the head attendant, and even then she scolded me because the beauty had not hung the little card around her neck that said not to disturb her. 
   I had dinner in solitude, telling myself in silence what I would have said to her if she had been awake. Her sleep was so steady that in one moment I worried that perhaps the pills she had taken were to kill her, not to put her to sleep. Before each sip, I raised my glass and toasted.
   “To your health, beauty.”
After dinner they shut off the lights, played a movie that no one watched, and the two of us were left alone in the twilight of the world. The greatest storm of the century had passed, the night above the Atlantic was immense and pure, and the plane seemed motionless between the stars. So I studied her, inch by inch for many hours, and the only sign of life that I could see were reflections of her dreams that passed over her face like clouds over water. Around her neck hung a chain that was so fine it was almost invisible over her golden skin, her ears perfect and un-pierced, pink, healthy nails, and a plain ring on her left hand. Because she didn’t look to be more than twenty years old, I consoled myself with the thought that it wasn’t a wedding ring but a ring from a short-lived engagement. “To know that you sleep, certain, sure, faithful river of abandonment, pure line, so close to my tied hands,” I thought, repeating the brilliant sonnet of Gerardo Diego into the crest of champagne bubbles. Later I reclined my seat to the level of hers, and we lay closer than we would have in a full-size bed. The aura of her breath was the same as her sorrowful voice, and her skin released a faint aroma that could only be the very scent of her beauty. It was incredible to me: the previous spring I had read a lovely novella by Yasunarl Kawabata about the ancient bourgeois of Kyoto who would pay enormous sums to spend the night studying the most beautiful women of the city, naked and drugged, while they, the men, were dying of love in the same bed. They could neither wake them nor touch them. They would not even try because the essence of the pleasure was to watch them sleep. That night, watching over the dreams of the beauty, I not only understood the senile refinement, but I lived it in plentitude. 
   “Who would believe it?” I said to myself, my self-esteem exacerbated by the champagne: “I’m an elderly Japanese man at this altitude.”


The Airplane of Sleeping Beauty by Gabriel García Márquez


Hombro III
Fragmentos de un cuerpo amoroso
Fotografía de Triunfo Arciniegas
Gabriel García Márquez
A bela adormecida

Foi uma viagem intensa. Sempre acreditei que não há nada mais belo na natureza que uma mulher bela, de maneira que foi impossível para mim escapar um só instante do feitiço daquela criatura de fábula que dormia ao meu lado. O comissário havia desaparecido assim que decolamos, e foi substituído por uma aeromoça cartesiana que tentou despertar a bela para dar-lhe o estojo de maquiagem e os auriculares para a música. Repeti a advertência que a bela havia feito ao comissário, mas a aeromoça insistiu para ouvir de sua própria voz que tampouco queria jantar. Foi preciso que o comissário confirmasse, e ainda assim a aeromoça me repreendeu porque a bela não havia colocado no pescoço o cartãozinho com a ordem de não ser despertada.
Fiz um jantar solitário, dizendo-me em silêncio tudo que teria dito a ela, se estivesse acordada. Seu sono era tão estável que em certo momento tive a inquietude que aquelas pastilhas não fossem para dormir e sim para morrer. Antes de cada gole, levantava a taça e brindava.
— À tua saúde, bela.
Terminado o jantar, apagaram as luzes, mostraram um filme para ninguém, e nós dois ficamos sozinhos na penumbra do mundo. A maior tormenta do século havia passado, e a noite do Atlântico era imensa e límpida, e o avião parecia imóvel entre as estrelas. Então contemplei-a palmo a palmo durante várias horas, e o único sinal de vida que pude perceber foram as sombras dos sonhos que passavam por sua fronte como as nuvens na água. Tinha no pescoço uma corrente tão fina que era quase invisível sobre sua pele de ouro, as orelhas perfeitas sem os furinhos para brincos, as unhas rosadas da boa saúde e um anel liso na mão esquerda. Como não parecia ter mais de vinte anos, me consolei com a idéia de que não fosse a aliança de um casamento e sim de um namoro efêmero. "Saber que você dorme, certa, segura, leito fiel de abandono, linha pura, tão perto de meus braços atados", pensei, repetindo na crista de espuma de champanha o so neto magistral de Gerardo Diego.
Em seguida estendi a poltrona na altura da sua, e ficamos deitados mais próximos que numa cama de casal. O clima de sua respiração era o mesmo da voz, e sua pele exalava um hálito tênue que só podia ser o próprio cheiro de sua beleza. Eu achava incrível: na primavera anterior havia lido um bonito romance de Yasumari Kawabata sobre os anciões burgueses de Kyoto que pagavam somas enormes para passar a noite contemplando as moças mais bonitas da cidade, nuas e narcotizadas, enquanto eles agonizavam de amor na mesma cama. Não podiam despertá-las, nem tocá-las, e nem tentavam, porque a essência do prazer era vê-las dormir. Naquela noite, velando o sono da bela, não apenas entendi aquele refinamento senil, como o vivi na plenitude.
— Quem iria acreditar — me disse, com o amor-próprio exacerbado pelo champanha. — Eu, ancião japonês a estas alturas.

Gabriel García Márquez / O avião da bela adormecida


jueves, 17 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / El fondo de la luz


Gabriel García Márquez
EL FONDO DE LA LUZ


Esa misma tarde, sin que hubieran vuelto a pedirlos, encontraron en el dormitorio los equipos de buzos en su empaque original. De modo que el miércoles siguiente, mientras los padres veían El último tango en París, llenaron el apartamento hasta la altura de dos brazas, bucearon como tiburones mansos por debajo de los muebles y las camas, y rescataron del fondo de la luz las cosas que durante años se habían perdido en la oscuridad.

Gabriel García Márquez / La luz es como el agua






THE BOTTOM OF THE LIGHT
by Gabriel García Márquez

That same afternoon, without having to ask again, they found the diving outfits in their original packing in their bedroom. And so the following Wednesday, while their parents were at the movies seeing Last Tango in Paris, they filled the apartment to a depth of two fathoms, dove like tame sharks under furniture, including the beds and salvaged from the bottom of the light things that had been lost in darkness for years.

Light Is Like Water by Gabriel García Márquez




Gabriel García Márquez
O fundo da luz

Naquela mesma tarde, sem que tivessem tornado a pedir, encontraram no quarto os equipamentos em seu invólucro original. De maneira que, na quarta-feira seguinte, enquanto os pais viam O Último Tango em Paris, encheram o apartamento até a altura de duas braças, mergulharam como tubarões mansos por baixo dos móveis e das camas, e resgataram do fundo da luz as coisas que durante anos tinham-se perdido na escuridão.





Gabriel García Márquez
Le fond de la lumière

L'apres-midi, sans qu'ils aient eu à les redemander, ils trouvèrent dans leur chambre les équipements de plongée dans leur emballage d'origine. De sorte que le mercredi suivant, tandis que leurs parents voyaient Le Dernier Tango à Paris, ils remplirent l'appartement à hauteur de deux brasses plongèrent comme de doux requins sous les meubles et les lits, et remontèrent du fond de la lumière les objets qui, depuis desannées, étaient perdus dans le noir.

Gabriel García Márquez / La lumière est comme l'eau


miércoles, 16 de abril de 2014

Gabriel García Márquez / Un chorro de luz dorada y fresca como el agua


Gabriel García Márquez
BIOGRAFÍA

UN CHORRO DE LUZ 
DORADA Y FRESCA COMO EL AGUA

La noche del miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron al cine. Los niños, dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la bombilla encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llego a cuatro palmos. Entonces cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.

Gabriel García Márquez / La luz es como el agua




A JET OF GOLDEN LIGHT
AS COOL AS WATER
by Gabriel García Márquez

On Wednesday night, as they did every Wednesday, the parents went to the movies. The boys, lords and masters of the house, closed the doors and windows and broke the glowing bulb in one of the living room lamps. A jet of golden light as cool as water began to pour out of the broken bulb, and they let it run to a depth of almost three feet. Then they turned off the electricity, took out the rowboat, and navigated at will among the islands in the house.





Gabriel García Márquez
Um jorro de luz 
dourada e fresca feito água

Na noite de quarta-feira, como em todas as quartas-feiras, os pais foram ao cinema. Os meninos, donos e senhores da casa, fecharam portas e janelas, e quebraram a lâmpada acesa de um lustre da sala. Um jorro de luz dourada e fresca feito água começou a sair da lâmpada quebrada, e deixaram correr até que o nível chegou a quatro palmos. Então desligaram a corrente, tiraram o barco, e navegaram com prazer entre as ilhas da casa.




Gabriel García Márquez
Un torrent de lumière 
dorée et fraîche comme de l'eau

Le mercredi soir, comme tous les mercredis, les parents allèrent au cinéma. Les enfants, maîtres et seigneurs des lieux, fermèrent portes et fenêtres et brisèrent l'ampoule allumée d'une des lampes du salon. Un torrent de lumière dorée et fraîche comme de l'eau s'en échappa, et ils la laisserent s'écouler jusqu'à ce qu'elle atteigne une hauteur de vingt cinq centimètres. Alors ils coupèrent le courant, allèrent chercher le bateau, et naviguerent, ravis, entre les îles de la maison.

Gabriel García Márquez / La lumière est comme l'eau




martes, 15 de abril de 2014

Antón Chéjov / Visiones



Antón Chéjov
VISIONES

Parecía como si volvieran las alucinaciones de otros tiempos. Y como a propósito, a pesar de que ya estaban a fines de marzo, nevaba todos los días y el viento zumbaba en el bosque como si fuese invierno. No se creía que la primavera llegaría alguna vez. El tiempo predisponía al tedio, a las peleas, al odio, y por las noches, cuando el viento silbaba sobre el techo, le parecía que alguien vivía allá arriba, en el piso vacío, y poco a poco las visiones empezaban a agobiar mente, la cabeza le ardía y no podía conciliar el sueño.


Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 97



DREAMINESS
by Anton Chekhov
BIOGRAPHY

It looked as though his dreaminess were coming over him again. And as ill-luck would have it, although it was the end of March, every day it kept snowing, and the forest roared as though it were winter, and there was no believing that spring would ever come. The weather disposed one to depression, and to quarrelling and to hatred and in the night, when the wind droned over the ceiling, it seemed as though someone were living overhead in the empty storey; little by little the broodings settled like a burden on his mind, his head burned and he could not sleep.


Anton Chekhov, "The Murder"



miércoles, 9 de abril de 2014

Antón Chéjov / La posada

Foto ajena
Antón Chéjov
LA POSADA


Contaban que la posada fue construida en tiempos de Alejandro I por una viuda que se instaló allí con su hijo. Se llamaba Avdótia Tiérejova. A los que pasaban por su lado en las carrozas de posta, en particular en las noches de luna, el aspecto del patio oscuro con el tejadillo y los portones cerrados de modo permanente les producía una sensación de angustia y vaga inquietud, como si allí vivieran brujos o bandidos. Y siempre, al pasar de largo, el cochero volvía la cabeza y fustigaba a los caballos. Los viajeros se quedaban de mala gana, porque los dueños se mostraban adustos y cobraban muy caro. En el patio había fango hasta en verano. En el fango yacían unos cerdos grasosos, enormes, y andaban sueltos los caballos con que traficaban los Tiérejov. A menudo sucedía que los caballos, aburridos, se escapaban del patio y emprendían una furiosa carrera por el camino, asustando a los peregrinos. En aquel tiempo había allí un gran movimiento, pasaban largas caravanas con mercancías y se daban casos como aquel de hacía treinta años, por ejemplo, cuando unos arrieros enojados armaron una pelea y mataron a un comerciante que iba de paso. A media vérsta del patio todavía se levanta la cruz de madera, medio podrida. Pasaban coches de posta con sus campanitas y las pesadas diligencias señoriales. Entre mugidos y nubes de polvo, cruzaban también los rebaños de vacas y toros.



Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 94

Cruz y hojas
La Recoleta, Buenos Aires, 2008
Foto de Triunfo Arciniegas

THE TAVERN
by Anton Chekhov
BIOGRAPHY


The story ran that the tavern had been built in the time of Alexander I, by a widow who had settled here with her son; her name was Avdotya Terehov. The dark roofed-in courtyard and the gates always kept locked excited, especially on moonlight nights, a feeling of depression and unaccountable uneasiness in people who drove by with posting-horses, as though sorcerers or robbers were living in it; and the driver always looked back after he passed, and whipped up his horses. Travellers did not care to put up here, as the people of the house were always unfriendly and charged heavily. The yard was muddy even in summer; huge fat pigs used to lie there in the mud, and the horses in which the Terehovs dealt wandered about untethered, and often it happened that they ran out of the yard and dashed along the road like mad creatures, terrifying the pilgrim women. At that time there was a great deal of traffic on the road; long trains of loaded waggons trailed by, and all sorts of adventures happened, such as, for instance, that thirty years ago some waggoners got up a quarrel with a passing merchant and killed him, and a slanting cross is standing to this day half a mile from the tavern; posting-chaises with bells and the heavy dormeuses of country gentlemen drove by; and herds of homed cattle passed bellowing and stirring up clouds of dust.

Anton Chekhov, "Ther Murder"


domingo, 6 de abril de 2014

Antón Chéjov / Allí se le escapó la mujer


Antón Chéjov
ALLÍ SE LE ESCAPÓ LA MUJER


El vendedor Serguei Nikanórich tuvo alguna vez mucho dinero, y había sido dueño de la cantina de una estación de primera clase, en una capital de provincia donde se cruzaban dos vías férreas. Entonces usaba frac y reloj de oro. Pero los asuntos le fueron mal, gastó todo su dinero en un servicio lujoso, los sirvientes lo saquearon y, enredándose poco a poco, pasó a otra estación menos animada. Allí se le escapó la mujer, llevándose toda la plata, y él pasó a una tercera estación de menos categoría, donde ya no se requerían comidas calientes. Después a la cuarta. Cambiando de lugar a menudo, y descendiendo cada vez más bajo, llegó a Progónnaya, y aquí vendía sólo té, vodka barato y, como aperitivos, huevos cocidos y un embutido duro que olía a alquitrán, y que él mismo en burla llamaba “musical”. Tenía una calva por todo el parietal, unos ojos azules saltones y unas patillas espesas, velludas, que peinaba a menudo con un peinecito, mirándose en un espejo pequeño. Los recuerdos del pasado lo agobiaban sin cesar; no podía habituarse de ningún modo al “embutido musical”, a las groserías del jefe de estación y a los mujíks que regateaban; y en su opinión, regatear en una cantina era tan indecente como en una farmacia. Sentía vergüenza de su pobreza y humillación, y esa vergüenza era ahora toda su vida.



Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 87




HERE HIS WIFE HAD LEFT HIM
by Anton Ckekhov
BIOGRAPHY

The waiter, Sergey Nikanoritch, had once had money of his own, and had kept a buffet at a first-class station, which was a junction, in the principal town of a province. There he had worn a swallow-tail coat and a gold chain. But things had gone ill with him; he had squandered all his own money over expensive fittings and service; he had been robbed by his staff, and getting gradually into difficulties, had moved to another station less bustling. Here his wife had left him, taking with her all the silver, and he moved to a third station of a still lower class, where no hot dishes were served. Then to a fourth. Frequently changing his situation and sinking lower and lower, he had at last come to Progonnaya, and here he used to sell nothing but tea and cheap vodka, and for lunch hard-boiled eggs and dry sausages, which smelt of tar, and which he himself sarcastically said were only fit for the orchestra. He was bald all over the top of his head, and had prominent blue eyes and thick bushy whiskers, which he often combed out, looking into the little looking-glass. Memories of the past haunted him continually; he could never get used to sausage “only fit for the orchestra,” to the rudeness of the station-master, and to the peasants who used to haggle over the prices, and in his opinion it was as unseemly to haggle over prices in a refreshment room as in a chemist’s shop. He was ashamed of his poverty and degradation, and that shame was now the leading interest of his life.


Anton Chekhov, "The Murder"



jueves, 3 de abril de 2014

Antón Chéjov / La primavera

Foto de Fernando Cano
Antón Chéjov
LA PRIMAVERA

"La primavera viene este año con retraso", dijo Matvei, prestando atención al silbido del viento.


Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 87 



martes, 1 de abril de 2014

Antón Chéjov / Noticia


Antón Chéjov
NOTICIA

Se nos informa que uno de los redactores de Kievlianin, después de estudiar atentamente los periódicos de Moscú y en un acceso de duda, practicó un registro en su propia casa en busca de publicaciones clandestinas. Aunque no encontró nada de carácter subversivo, se condujo él mismo a la comisaría de policía.


Antón Chéjov
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 8