lunes, 30 de diciembre de 2019

David Cooper / Cuento judío




David Cooper
Cuento judío 

Un joven estaba enamorado de una hermosa princesa que vivía en una ciudad próxima. Él quería casarse con ella, pero la princesa le puso como condición que le llevara el corazón de su madre. El joven volvió a su casa y le arrancó el corazón a su madre mientras está dormía. Alegremente, atravesó los campos en busca de la princesa, pero como iba corriendo tropezó y cayó. El corazón saltó de su bolsillo y, mientras estaba caído en el suelo, le preguntó: “¿Te has hecho daño, hijo querido?”.



viernes, 6 de diciembre de 2019

Macedonio Fernández / Manera de una psique sin cuerpo





Macedonio Fernández

MANERA DE UNA PSIQUE SIN CUERPO


Se estaba produciendo una lluvia de día domingo con completa equivocación porque estábamos en martes, día de semana seco por excelencia. Pero con todo esto no estaba sucediendo nada: la orden de huelga de sucesos se cumplía.
Sin contrariar este revuelto estado de cosas empujé hacia atrás con un movimiento decidido la silla que ocupaba, y luego de este ruido oficinesco y autoritario de 2.° jefe burocrático que tiene temblándole veinte bostezantes sobresaltados, le retiré la percha al sombrero y en las mangas de éste introduje ambos brazos, di cuerda al almanaque, arranqué la hojita del día al reloj y eché carbón a la heladera, aumenté hielo a la estufa, añadí al termómetro colgado todos los termómetros que tenía guardados para combatir el frío que empezaba, y como pasada alcanzablemente un lento tranvía di el salto hacia la vereda y caí cómodamente sentado en mi buen sillón de escritorio.

Por cierto que había mucho que pensar; los días transcurrían de un tiempo a esta parte y, sin embargo, no se aclaraba el misterio (todos ignorábamos que hubiera uno) en el puente proyectado. Primero: se nos hizo conocer un dibujo del puente tal y como estaban de adelantados sus trabajos antes de que nadie hubiera pensado en hacerlo existir; segundo: dibujo de cómo era el puente cuando alguien pensó en él; tercero: fotografía de transeúnte del puente; cuarto: ya está el primer tramo empezado. En suma: que el puente ya estaba concluido, sólo que había que hacerlo llegar a la otra orilla porque por una módica equivocación había sido dirigida su colocación de una orilla a la misma orilla.

Ahora bien, ¿por qué en el meditado discurso que el Ministro le tosió al puente por hallarse medio resfriado aquél, o éste, no estoy muy seguro, se acusó de ingratitud para con el Gobierno?

Sabido es cuánto ha sufrido la humanidad por ingratitudes de puentes. Pero en éste, ¿dónde estaba la ingratitud? En la otra orilla no puede ser, porque el puente no apuntaba hacia la otra orilla y en verdad el arduo problema del momento era torcer el río de modo que pasase por debajo del puente. Esto era lo menos que se podía molestar, y esperar, de un río que no se había tomado trabajo ninguno en el asunto puente.


domingo, 1 de diciembre de 2019

Macedonio Fernández / La colaboración de las cosas





Macedonio Fernández

LA COLABORACIÓN DE LAS COSAS



Empieza una discusión cualquiera en una casa cualquiera pues llega un esposo cualquiera y busca la sartén ya que él es quien sabe hacer las comidas de sartén y ésta no aparece. Crece la discusión; llegan parientes. Se oye un ruido. Sigue la discusión. Se busca una segunda sartén que acaso existió alguna vez. El ruido aumenta. Tac, tac, tac. No se concluye de esclarecer qué ha pasado con la sartén, que además no era vieja; se escuchan imputaciones recíprocas, se intercambian hipótesis; se examinan rincones de la cocina por donde no suele andar la escoba. Tac, tac, tac. Al fin, se aclara el misterio: lo que venía cayendo escalón por escalón era la sartén. Ahora sólo falta la explicación del misterio: el niño, de cinco años, la había llevado hasta la azotea, sin pensar que correspondiera restituirla a la cocina; al alejarse por ser llamado de pronto por la madre, después de haber estado sentado en el primer escalón de la escalera, la sartén quedó allí. Cuando trascendió el clima agrio de la discusión conyugal, la sartén para hacer quedar bien al niño, culpable de todo el ingrato episodio, se desliza escalones abajo y su insólita presencia a la entrada de la cocina calma la discordia. 

Nadie supo que no fue la casualidad, sino la sartén. Y si es verdad que puede haberle costado poco por haber sido dejada muy al borde del escalón, no debe menospreciarse su mérito.