viernes, 30 de agosto de 2013

César Vallejo / Mi madre


César Vallejo
MI MADRE

Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.





miércoles, 28 de agosto de 2013

Juan Pedro Aparicio / Rememoración final



Juan Pedro Aparicio
REMEMORACIÓN FINAL


Supo de inmediato que el paracaídas no se le abriría. Pero, debido a la mucha altura, todavía tardaría varios minutos en estrellarse contra el suelo. Era tan joven que tenía muy poco que rememorar de su vida pasada mientras se dolía por la pérdida de aquella otra que ya no iba a conocer. En su mente se produjo entonces una súbita aceleración. No tenía novia; pero conoció a una chica en la piscina y se casó con ella.

Tuvieron dos hijos. El mayor se hizo militar como él. El menor, cosa sorprendente, guionista de televisión, y no le fue mal. Sus nietos, sólo dos, se llamaron Daniel y Adela, nombres que no tenían tradición en su familia. Sólo sentía la pena de no vivir lo suficiente como para asistir a la boda de su nieta, aunque, por viejo, se había acostumbrado a la muerte como un animal de compañía. Y él, cuando su cuerpo se rompió contra el suelo, ya había superado los ochenta y tres años de vida.



domingo, 25 de agosto de 2013

Juan Pedro Aparicio / La Segunda Guerra Mundial

Kenta Torii

Juan Pedro Aparicio
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Si el crítico vienés Jakob Neumann, que presidía el jurado, hubiera dado su voto de calidad a cierto óleo firmado por un tal Adolf Hitler en la Bienal de Bellas Artes de 1912, acaso el joven aspirante a pintor no hubiese dejado su profesión por la política. Inútil reprochar nada a Neumann; sobre todo cuando el propio Adolf Hitler ordenó su fusilamiento a las pocas horas de aquella entrada apoteósica en la Austria del Anschulss. Lo que nunca supo el dictador fue que la decisión de Neumann nació de un escogido lote de vinos que había recibido de un importante bodeguero vienés, cuyo hijo, con veleidades pictóricas, obtuvo aquel premio. Obvio es decir que tal ignorancia salvó la vida del bodeguero, no la de su hijo.


martes, 20 de agosto de 2013

Juan Pedro Aparicio / La medida del poder




Juan Pedro Aparicio
LA MEDIDA DEL PODER


El gobernador Jackson estaba seguro de que tampoco en esta ocasión vacilaría. Entre conceder un indulto al condenado a la cámara de gas o permitir que la ejecución siguiera adelante, sentía que su poder se medía mucho más por las vidas que quitaba.


Por favor sea breve 2
Edición de Clara Obligado. 
Ed Páginas de Espuma. 2009







sábado, 17 de agosto de 2013

Juan Pedro Aparicio / Promesa rota



Juan Pedro Aparicio
PROMESA ROTA

Carmela estaba tan enamorada de Marcelo que aceptó que su perro Tobi, un alegre labrador de color canela, viviera con ellos.

A los pocos meses, Marcelo enfermó de gravedad y, en el lecho de dolor, le suplicó a Carmela que no abandonara a Tobi, que lo mantuviera con ella tras su muerte; ella con lágrimas en los ojos así lo prometió.

Pero, una vez sola, se sintió incapaz de convivir con el juguetón y alegre Tobi, tan hiperactivo, y lo llevó a sacrificar. A los pocos meses Carmela dio a luz a un niño. Era sano y hermoso. Cuando el médico le golpeó en la espalda para abrir sus pulmones con un arranque de llanto, el bebé aulló, un aullido de perro.




miércoles, 14 de agosto de 2013

Marosa di Giorgio / Se adelantaron en el aire como bailarinas



Marosa de Giorgio
SE ADELANTARON EN EL AIRE
COMO BAILARINAS

Se adelantaron en el aire como bailarinas. Tenían, realmente, el pie en el aire. Vestidos amarillos, anaranjados. Venían como aluviones desde los cielos. 

Quedé espantada. En puntas llegue hasta la casa. Pasé las puertas, las llaves, iba a tocar los vasos y tuve miedo de cualquier barullo, me acosté en el lecho, inmóvil. 

Pero, la mariposa estaba allí. Sentí sus piernas de hilos, sus brazos de hilos, su enorme manta de gasa que me arropó. 

A veces, como una pesadilla, llamo a mi madre, y ella acude con tijeras finas. Pero, nada puede, ni yo.




domingo, 11 de agosto de 2013

Marosa di Giorgio / Una cena


Marosa di Giorgio
UNA CENA

Cenábamos como siempre flores y manzanas, rosas, mariposas. Desconocidos se sentaron a la mesa, hablando un idioma distinto al nuestro, con palabras que entendíamos y no entendíamos. Corría jugo de manzanas y tomates, un zumo colorado que, a ratos, tomábamos pasando la lengua por el mantel; había huevos como llamas, como estrellas; explotaban dulcemente, salpicando a todos con pepitas de oro y granos de maíz; comimos pollitos nonatos, azucarados y salados.
Luego, un largo interludio, se demoraba el atardecer.
Se fueron sin saludar los desconocidos.
Yo di un paseo leve y sin rumbo.
Revoloteó el Hada sobre mi doliente paso, mi apesadumbrada belleza de otros siglos.


Marosa di Giorgio
Los papeles salvaje
Arca, Montevideo, 1991





jueves, 8 de agosto de 2013

Marosa di Giorgio / Había tres gatos



Marosa di Giorgio
HABÍA TRES GATOS

Había tres gatos que no eran silvestres ni caseros. 
Vivían en la bodega. 
La bodega estaba lejos de la casa. 

Yo iba hasta allá cuando las amas andaban cortando ajíes, que son de tul verde con el coágulo rojo dentro. 
La amatista… brilla la pata de turquesa de que penden. 

De esos gatos se dijo que comían mariposas y algo más absurdo se dijo… que comían moras. 
Pero yo nunca lo comprobé. 

Estos gatos eran llamados los indios. 
Al verme, cada uno trepaba a un árbol y me miraba. 
Así yo era observada desde tres lugares diversos. 

Un día, uno de los gatos tuvo para mí intenciones sexuales y yo huí a través de los ajíes de encaje y él volaba y caía a mis pies y volvía a volar y a caer a mis pies. 

Me siguió en la larga caminata demostrando a cada instante su poder supremo e inútil...




domingo, 4 de agosto de 2013

Marosa di Giorgio / Bajó una mariposa




Marosa di Giorgio
BAJÓ UNA MARIPOSA

Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.





jueves, 1 de agosto de 2013

Marosa di Giorgio / La hija del diablo se casa



Marosa di Giorgio
LA HIJA DEL DIABLO SE CASA

La hija del diablo se casa. No sabíamos si ir o no ir. En casa resolvieron no ir. Ella paseaba con la trenza brillando como un vidrio al sol. Vestido celeste. Y las pezuñas delicadísimas, cinceladas y de platino. Con los ojos un poco redondos, insondables, se paraba frente a cada uno, como publicitando, invitando, o, consciente e inconscientemente, amenazando. La hija del diablo se casa. Cerraron las puertas de mi casa. Pasado el mediodía resolví huir. Crucé por arriba de los jardines de fresias y junquillos tratando de no trozar ni uno de los ramos amarillos, de los que vivíamos; por ocultas veredas; creo que hice tres veces la misma senda, me perdía, y tuve miedo que, desde la casa, estuviesen espiando mi inútil vuelo. 

¡Al fin toqué las puertas de los hornos! Pasaban platos con todas las escenas del amor erótico. "Invitan con la Carne", dijo una voz que me pareció de una vecina; miré y, si era, estaba embozada. Y también servían niños no natos, cubiertos con azúcar. "Son riquísimos". El tam tam celebratorio apareció adentro de la tierra y en un perpetuo crescendo, anuló las conversaciones y llegó al colmo. La hija del diablo, de pie junto a la pared, el pelo igual que el sol, entreabrió el vestido, las piernas, las pezuñas. Su himen cayó roto (se oyó un leve bramido) y corrió como una margarita entre nosotros. Alguien gritó: -¿Y el novio? -Se va por aquí. Es chiquitito. 

Cerré los ojos. Creo que cayó un aguacero. Huí arriba de los jardines, de los ramos amarillos; entraba en cada cueva y salía aterrada. Entré en mi casa. Mamá estaba fija en el mismo lugar, haciendo el mismo encaje. Sin levantar los ojos, comentó: -Pero, ¿qué haces? Andas por el jardín con estos aguaceros