José María Merino
EL BICICIELO
A partir del descubrimiento del bosón de Higgs, el profesor Arne Torunn, director del observatorio Oksebasen, ha empezado a analizar las singulares vibraciones que se perciben en aquel lugar cuando a los alrededores, sobre todo los días festivos, concurren muchas bicicletas.
Ciclista experto, al profesor Torunn siempre le ha sorprendido constatar que, mientras abundan en todo el mundo los cementerios de automóviles, no se puede encontrar ninguno de bicicletas. Por otra parte, la similitud y cercanía de las dos ruedas y la función de la cadena transmisora, lo ha llevado a relacionar estos vehículos con la cinta de Moebius.
En consecuencia, y a través de un al parecer rigurosísimo despliegue de formulaciones teóricas sobre las partículas de Higgs, ha llegado a la conclusión de que las viejas bicicletas son trasladadas en determinado momento, gracias a la energía cósmica que han llegado a acumular a lo largo de su servicio, a un universo paralelo, donde se encontrarían en un planeta que nuestro sabio ha denominado Bicicielo —«el cielo de las bicis»—.
La teoría se atreve además a asegurar que en aquel lugar las bicicletas se mantendrían en funcionamiento permanentemente, recorriendo el planeta gracias a la interacción de partículas elementales, en eterno pedaleo.
Por ahora, la teoría no ha encontrado oposición entre los demás físicos del mundo.
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