Laura Luna
CROUPIER
Aficionados a los juegos de palabras eligieron cuidadosamente que "Julio" sería su hijo mayor y "César" el menor. La enfermera, novata y no acostumbrada a las parejas de gemelos idénticos creyó trastocar las manillas de identificación pero al no estar segura los entregó a su madre con los nombres que le cayeron en suerte. Durante el primer año, los jóvenes padres que no terminaban de decidir cuál marca distintiva pertenecía a quién siguieron barajándolos sin orden ni concierto. Los gemelos, conocedores de ésta confusión insubsanable siguieron revolviéndose a su acomodo hasta el punto tal que olvidaron de veras quién era cuál. El día que Julio sacó en suerte los números de la lotería, César estuvo seguro de haber sido quien la había comprado, y cuando César amaneció desnudo en la cama de una hermosa rubia, Julio juró por todos sus Santos que había sido él quien la había enamorado. Años después, un anciano Julio César sigue diciendo a quién lo quiera escuchar, tras las rejas, que disparó a la cara de su hermano creyendo de veras que se estaba suicidando.
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