viernes, 5 de septiembre de 2025

Triunfo Arciniegas / Por el bien de la patria



 Triunfo Arciniegas POR EL BIEN DE LA PATRIA

Pocos sabíamos que lo iban a matar el 4 de agosto haciendo su entrada a la antigua plaza de toros. Mi tarea no era acabar con él sino con el estúpido muchacho contratado. Lo vi llegar, pálido y decidido, y me mantuve a una distancia prudente. Las cámaras pululan como piojos. No me gusta que me registren, además: con esta cara de sapo destrozada por el acné. Soy chiquito y medio bizco y, por lo mismo, invisible.

Lo hizo pronto, de inmediato: tres tiros y echó a correr, con el arma en la mano. Para su desgracia y dicha mía. Ni siquiera vi caer al candidato. Perseguí al sicario y le disparé a la cabeza, amparado por el  uniforme, y se derrumbó como un costal de papas. No alcanzó a decir ni su nombre.  Aparté el arma con el pie y le decomisé el celular. 

El pánico es tal que todo mundo se queda como un idiota, maniatado por el asombro. Luego ven las numerosas grabaciones para entender los hechos. 

Me van a condecorar. Lástima que deba renunciar pronto a la institución y perderme del mapa. Entregué otro celular, por supuesto, y eché el discurso de la democracia, las palabras bonitas que me hicieron memorizar, qué bien escribe esta gente. El dinero que me esperara es demasiado como para disimularlo: nos vamos. Mi mujer anda ilusionada con la casita junto al mar. No le gusta que beba tanto, pero debo aliviar un poco la cosa: la viuda del candidato y los pequeños hijos, la viuda tan bonita y los niños tan rubios, el escándalo de la sangre en el auto blanco, las palabras de la madre del imbécil sicario, tantas lágrimas. El aire del mar me hará provecho. Ya le encontramos escuela a los niños.

5 de septiembre de 2025