domingo, 28 de septiembre de 2025

Triunfo Arciniegas / Conversación de hospital

 


Triunfo Arciniegas
CONVERSACIÓN DE HOSPITAL I
26 de septiembre de 2025

Esta madrugada, en el cuarto de al lado, se murió un señor que estuvo en esta cama antes de mi llegada.

-Qué -pregunto-. Estaba muy cuchito.

-No -me dice la enfermera-. De la edad suya.



miércoles, 24 de septiembre de 2025

Roberto Bolaño / 345 veces




Roberto Bolaño
345 VECES

«Pero luego me cansé y volví a sentarme en el sillón de la habitación y por no verle la cara al presentador volví a contemplar la tele, en donde un tipo contaba que tenía en su poder, lo decía con esas palabras, en su poder, como si estuviera refiriendo una historia medieval o una historia política, el récord de expulsiones de los Estados Unidos. ¿Saben cuántas veces había entrado ilegal a los Estados Unidos? ¡Trescientas cuarentaicinco veces! Y trescientas cuarentaicinco veces había sido detenido y deportado a México. Y todo en el lapso de cuatro años. La verdad es que de pronto se me despertó el interés. Lo imaginé en mi programa. Imaginé las preguntas que yo le haría. Me puse a cavilar cómo entrar en contacto con él, porque la historia, eso no me lo puede negar nadie, era muy interesante. El de la tele de Tijuana le hizo una pregunta clave: ¿de dónde sacaba dinero para pagar a los polleros que lo llevaban al otro lado? Porque estaba claro, al ritmo desenfrenado de sus expulsiones, que en los Estados Unidos no tenía materialmente tiempo para trabajar y ahorrar algo de lana. La contestación del tipo fue alucinante. Dijo que al principio pagaba lo que le pedían, pero que luego, digamos tras la décima deportación, regateaba y pedía rebajas, y que tras la quincuagésima deportación los polleros y los coyotes lo llevaban con ellos por amistad, y que tras la centésima deportación probablemente, creía él, lo llevaban de lástima. Ahorita mismo, le dijo al presentador de Tijuana, lo llevaban como amuleto, porque al entender de los polleros daba suerte, pues su presencia, en cierta forma, aligeraba el estrés de los demás: si caía alguien ese alguien iba a ser él, no los otros, al menos si los otros sabían dejarlo de lado una vez cruzada la frontera. Digamos: se había convertido en la carta marcada, en el billete marcado, según sus propias palabras. Entonces el presentador, que era malo, le hizo la pregunta estúpida y luego la pregunta buena. La estúpida fue preguntarle si pensaba inscribir su récord en el libro Guiness de los récords. El tipo ni siquiera sabía de qué chingados le hablaba, en su vida había oído hablar del Guiness. La buena fue preguntarle si iba a seguir intentándolo. ¿Intentando qué?, dijo el tipo. Intentando pasar al otro lado, dijo el presentador. El tipo dijo que, si Dios lo permitía y le daba salud, en ningún momento se le había borrado de la cabeza la idea de vivir en los Estados Unidos. ¿No estás cansado?, dijo el presentador. ¿No te dan ganas de volverte a tu pueblo o de buscarte una chamba aquí en Tijuana? El tipo sonrió como con vergüenza y dijo que cuando se le metía una idea en la cabeza no había nada que hacerle»

Roberto Bolaño
2666
Anagrama, p. 708




viernes, 5 de septiembre de 2025

Triunfo Arciniegas / Por el bien de la patria



 Triunfo Arciniegas POR EL BIEN DE LA PATRIA

Pocos sabíamos que lo iban a matar el 4 de agosto haciendo su entrada a la antigua plaza de toros. Mi tarea no era acabar con él sino con el estúpido muchacho contratado. Lo vi llegar, pálido y decidido, y me mantuve a una distancia prudente. Las cámaras pululan como piojos. No me gusta que me registren, además: con esta cara de sapo destrozada por el acné. Soy chiquito y medio bizco y, por lo mismo, invisible.

Lo hizo pronto, de inmediato: tres tiros y echó a correr, con el arma en la mano. Para su desgracia y dicha mía. Ni siquiera vi caer al candidato. Perseguí al sicario y le disparé a la cabeza, amparado por el  uniforme, y se derrumbó como un costal de papas. No alcanzó a decir ni su nombre.  Aparté el arma con el pie y le decomisé el celular. 

El pánico es tal que todo mundo se queda como un idiota, maniatado por el asombro. Luego ven las numerosas grabaciones para entender los hechos. 

Aunque la ambulancia estaba a unos doscientos pasos, no había nada que hacer. El conductor fue grabado encendiendo un cigarrillo en el momento de los disparos, porque acá graban hasta la cagada de un perro. El pobre no tiene nada que ver. Arrojó el cigarro, encendió la máquina y, sin atropellar a nadie, se fue acercando a los hombres que traían al candidato más muerto que vivo. 

Me van a condecorar. Lástima que deba renunciar pronto a la institución y perderme del mapa. Entregué otro celular, por supuesto, y eché el discurso de la democracia, las palabras bonitas que me hicieron memorizar, qué bien escribe esta gente. Y ni una entrevista más. El dinero que me esperara es demasiado como para disimularlo con el pinche oficio de policía: nos vamos. Mi mujer anda ilusionada con la casita junto al mar. No le gusta que beba tanto, pero debo aliviar un poco la cosa: la viuda del candidato y los pequeños hijos, la viuda tan bonita y los niños tan rubios, el escándalo de la sangre en el auto blanco, las palabras de la madre del imbécil sicario, tantas lágrimas. El aire del mar me hará provecho. Ya le encontramos escuela a los niños.

5 de septiembre de 2025