Italo Svevo
La culpa es de los otros
Un malhechor, que a causa de su malvada naturaleza había llegado al punto de asesinar a un indefenso, tuvo conciencia de la gravedad de la culpa; se arrepintió y se encaminó hacia la iglesia para orar.
Fue distraído de su ferviente plegaria por un predicador que desde el pulpito arengaba: «Alborócense de que existan los débiles y los pobres porque siendo caritativos con ellos, ustedes podrán alcanzar el reino de los cielos».
−«¡Oh! ¡Mentiroso!», pensó el pecador. «Los pobres y los débiles significan nuestra desventura. Si mi víctima no hubiese sido débil, defendiéndose pudo haberme impedido que la asesinara, que yo perdiera la paz del alma mía».
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