jueves, 31 de marzo de 2011

Thomas Bailey Aldrich / Una mujer sola

Simone Haack
Thomas Bailey Aldrich
UNA MUJER SOLA

Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.


Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo
 Antología de la literatura fantástica
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1993, novena edición, p. 23

jueves, 24 de marzo de 2011

Steven Meretzky / Obituario

Cruz y Hojas
La Recoleta, Buenos Aires, 2008
Foto de Triunfo Arciniegas
Steven Meretzky
OBITUARIO
Muy confundido, leyó su propio obituario.

Ángel de la tarde
La Recoleta, Buenos Aires, 2008
Foto de Triunfo Arciniegas
Steven Meretzky
OBITUARY
He read his obituary with confusion.




miércoles, 23 de marzo de 2011

Hemingway / La cornada


El novillero Antonio Hernández
Fallas, 2009
Ernest Hemingway

LA CORNADA
Traducción de  Triunfo Arciniegas

Maera permanecía inmóvil, con la cabeza entre los brazos y la cara en la arena. Sentía la sangre caliente y pegajosa, y sentía cada cornada. A veces el toro apenas lo golpeaba con la testuz, pero de pronto lo atravesó del todo con el cuerno y lo clavó en la arena. Alguien sostenía al animal por la cola. Lo insultaban y agitaban la capa ante sus ojos. Por fin el toro se apartó. Varios hombres levantaron a Maera y se lo llevaron corriendo hacia la barrera y, por una puerta al pie del palco de honor, hacia la enfermería. Dejaron a Maera sobre una camilla y uno de los hombres salió a buscar al médico. Los otros permanecieron a su alrededor. El médico llegó corriendo del corral, donde había estado cosiendo a los caballos del picador. Se detuvo a lavarse las manos. Se oía el intenso alboroto de los tendidos que estaban encima de ellos. Maera sintió que todo se hacía cada vez más grande, y luego cada vez más pequeño. Luego volvió a hacerse más y más grande, y de nuevo más y más pequeño. Luego todo empezó a correr cada vez más de prisa, como cuando en el cine se acelera la película. Luego murió.


Pablo Belando, corneado en Zaragoza

Ernest Hemingway
THE HORN

Maera lay still, his head on his arms, his face in the sand. He felt warm and sticky from the bleeding. Each time he felt the horn coming. Sometimes the bull only bumped him with his head. Once the horn went all the way through him and he felt it go into the sand. Some one had the bull by the tail. They were swearing at him and flopping the cape in his face. Then the bull was gone. Some men picked Maera up and started to run with him toward the barriers through the gate out the passageway around under the grandstand to the infirmary. They laid Maera down on a cot and one of the men went out for the doctor. The others stood around. The doctor came running from the corral where he had been sewing up picador horses. He had to stop and wash his hands. There was a great shouting going on in the grandstand overhead. Maera felt everything getting larger and larger and then smaller and smaller. Then it got larger and larger and larger to run faster and faster as when they speed up a cinematograph film. Then he was dead.

jueves, 10 de marzo de 2011

Álvaro Menén Desleal / Hora sin tiempo

Fotografía de Chema Madoz

Álvaro Menén Desleal
HORA SIN TIEMP0

Un pasajero a otro:
—Disculpe, caballero, mi reloj se ha parado. ¿Qué hora tiene usted?
—Oh, lo siento; el mío se paró también.
—Por casualidad… ¿a las 8.l7?
—Sí, a las 8.l7.
—Entonces ocurrió, realmente.
—Sí, a esa hora.


viernes, 4 de marzo de 2011

Eduardo Galeano / El crimen perfecto

Fotografía de Chema Madoz
Eduardo Galeano
EL CRIMEN PERFECTO

En Londres, es así: los radiadores devuelven calor a cambio de las monedas que reciben. Y en pleno invierno estaban unos exiliados latinoamericanos tiritando de frío, sin una sola moneda para poner a funcionar la calefacción de su apartamento.

          Tenían los ojos clavados en el radiador, sin parpadear. Parecían devotos ante el tótem, en actitud de adoración; pero eran unos pobres náufragos meditando la manera de acabar con el Imperio Británico. Si ponían monedas de lata o cartón, el radiador funcionaría, pero el recaudador encontraría, luego, las pruebas de la infamia.
        ¿Qué hacer?, se preguntaban los exiliados. El frío los hacía temblar como malaria. Y en eso, uno de ellos lanzó un grito salvaje, que sacudió los cimientos de la civilización occidental. Y así nació la moneda de hielo, inventada por un pobre hombre helado.
        De inmediato, pusieron manos a la obra. Hicieron moldes de cera, que reproducían las monedas británicas a la perfección; después llenaron de agua los moldes y los metieron en el congelador.
         Las monedas de hielo no dejaban huellas, porque las evaporaba el calor.
        Y así, aquel apartamento de Londres se convirtió en una playa del mar Caribe.

Eduardo Galeano
El libro de los abrazos



 

miércoles, 2 de marzo de 2011

Pedro Crespo / Mutación

John U. Abrahamson
Pedro Crespo
MUTACIÓN

Y sucedió que un día el hombre encontró en su recamara un horrible monstruo, pero venciendo el miedo y la repugnancia se fue acercando a la extraña criatura y cuando la tuvo al alcance del puño, tan cerca que pudo escuchar la respiración jadeante y sentir su pestilente hálito, asestó un terrible puñetazo en la cara de la bestia. Y vio desaparecer al monstruo convertido en una multitud de pedacitos de espejo.

martes, 1 de marzo de 2011

María Cristina Ramos / Pronósticos


María Cristina Ramos
PRONÓSTICOS

Dijeron que caerían cuatro gotas. Y cayeron.
Con una, Laurentino bañó los caballos en el amarradero, agua dulce a raudales sobre los lomos, agua dulce desenredando las crines.
Con otra repletamos el vientre del aljibe. La tercera alcanzó para repetir la aguada y que vinieran a beber los otros animales.
Sólo la cuarta trajo la desgracia. Ensartó su globa en los extremos de los álamos y derrumbó su capullo de lago sobre las hojas, quebró las horquetas, arrasó con los nidos, ahogó a los cuises y arrancó una por una las estacas de los corrales.
Dicen que recién mañana lloverá como Dios manda.