lunes, 27 de abril de 2015

José de la Colina / El final de Narciso



José de la Colina
EL FINAL DE NARCISO

En todas partes donde encontraba un espejo se detenía largo rato a contemplarse, pero su mala suerte quiso que un día encontrara un espejo vampiro, en el que se miró y admiró tanto rato que su mismo reflejo lo fue sorbiendo, nutriéndose de él y creando en el cristal su imagen cada vez más hermosa pero más evanescente, hasta que el Narciso de carne y hueso desapareció y desde entonces el espejo solo refleja una habitación sin nadie.



sábado, 25 de abril de 2015

José de la Colina / La culta dama


José de la Colina
La culta dama

Le pregunté a la culta dama si conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado “El dinosaurio”.
—Ah, es una delicia —me respondió—, ya estoy leyéndolo.





martes, 21 de abril de 2015

Triunfo Arciniegas / Cuestión de fe

Ballena y preñez
Ilustración de Triunfo Arciniegas
Triunfo Arciniegas
Biografía
CUESTIÓN DE FE


Para explicar su larga ausencia, el hombre alegó que se había quedado atrapado en el vientre de una ballena, y ella, para justificar la preñez, que la había visitado un ángel.



domingo, 19 de abril de 2015

Franz Kafka / El deseo de ser un indio

Fotografía de Wojtek Kwiatkowsk

Franz Kafka
BIOGRAFÍA
EL DESEO DE SER UN INDIO

Si pudiera ser un indio, ahora mismo, y sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido en el aire, estremeciéndome sobre el suelo oscilante, hasta dejar las espuelas, pues no tenía espuelas, hasta tirar las riendas, pues no tenía riendas, y sólo viendo ante mí un paisaje, como una pradera segada, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.




martes, 14 de abril de 2015

Franz Kafka / El paseo repentino


Franz Kafka
BIOGRAFÍA
EL PASEO REPENTINO


Cuando por la noche uno parece haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata; después de la cena se ha sentado a la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel trabajo o a jugar aquel juego luego de terminado el cual habitualmente uno se va a dormir; cuando afuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que irse provocaría el asombro de todos; cuando ya la escalera está oscura y la puerta de calle trancada; y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de una repentina desazón, se cambia la bata; aparece en seguida vestido de calle; explica que tiene que salir, y además lo hace después de despedirse rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender mayor o menor disgusto de acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio que necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por las largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura.


Todo esto se intensifica aún más si a estas altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va.



domingo, 12 de abril de 2015

Franz Kafka / Prometeo



Franz Kafka
BIOGRAFÍA
PROMETEO

Hay cuatro leyendas referidas a Prometeo.
Según la primera, fue encadenado al Cáucaso por haber revelado a los hombres los secretos divinos, y los dioses mandaron águilas para devorar su hígado, que se renovaba eternamente.
Según la segunda, Prometeo, espoleado por el dolor de los picos desgarradores, se fue hundiendo en la roca hasta hacerse uno con ella.
Según la tercera, la traición fue olvidada en el curso de los siglos. Los dioses la olvidaron, las águilas la olvidaron, él mismo la olvidó.
Según la cuarta, se cansaron de esa historia insensata. Se cansaron los dioses, se cansaron las águilas, la herida se cerró de cansancio.
Quedó el inexplicable peñasco.
La leyenda quiere explicar lo que no tiene explicación.
Como nacida de una verdad, tiene que volver a lo inexplicable.



sábado, 11 de abril de 2015

Franz Kafka / El escudo de la ciudad

Heaven Express
Fotografía de Erik Johansson
Franz Kafka
BIOGRAFÍA
EL ESCUDO DE LA CIUDAD

En un principio no faltó la organización en las disposiciones para construir la Torre de Babel; de hecho, quizás el orden era excesivo. Se pensó demasiado en guías, intérpretes, alojamientos para obreros y vías de comunicación, como si se dispusiera de siglos. En esos tiempos, la opinión general era que no se podía construir con demasiada lentitud; un poco más y hubieran abandonado todo, y hasta desistido de echar los cimientos. La gente razonaba de esta manera: lo esencial de la empresa es el pensamiento de construir una torre que llegue al cielo. Lo demás es del todo secundario. Ese pensamiento, una vez comprendida su grandeza, es inolvidable: mientras haya hombres en la tierra, existirá también el fuerte deseo de terminar la torre. Por consiguiente no debe preocuparnos el futuro. Al contrario: el saber de los hombres adelanta, la arquitectura ha progresado y seguirá progresando; de aquí a cien años el trabajo para el que precisamos un año se hará tal vez en pocos meses, y más resistente, mejor. Entonces, ¿a qué agotarnos ahora? Eso tendría sentido si cupiera la esperanza de que la torre quedará terminada en el espacio de una generación. Esa esperanza era imposible. Lo más creíble era que la nueva generación, con sus conocimientos superiores, condenara el trabajo de la generación anterior y demoliera todo lo adelantado, para recomenzar. Tales pensamientos paralizaron las energías, y se pensó menos en construir la torre que en construir una ciudad para los obreros. Cada nacionalidad quería el mejor barrio, y esto dio lugar a disputas que culminaban en peleas sangrientas. Esas peleas no tenían fin; algunos dirigentes opinaban que demoraría muchísimo la construcción de la torre y otros que más valía aguardar que se restableciera la paz. Pero no sólo en pelear pasaban el tiempo; en las treguas se dedicaban a embellecer la ciudad, lo que provocaba nuevas envidias y nuevas peleas. Así pasó la era de la primera generación, pero ninguna de las siguientes fue distinta; sólo aumentó la destreza técnica y con ella el ansia guerrera. Aunque la segunda o tercera generación reconoció la insensatez de una torre que llegara hasta el cielo, ya estaban demasiado comprometidos para abandonar los trabajos y la ciudad. 

El vaticinio de que cinco golpes sucesivos de un puño gigantesco aniquilarán la ciudad, está presente en todas las leyendas y cantos de esa ciudad. Por esa razón el escudo de armas de la ciudad incluye un puño.



viernes, 10 de abril de 2015

Franz Kafka / La aldea más cercana



Franz Kafka
LA ALDEA MÁS CERCANA 

Mi abuelo solía decir: "La vida es asombrosamente breve. Ahora, en el recuerdo, se me condensa tanto que apenas logro comprender, por ejemplo, como un joven puede decidirse a cabalgar hasta la aldea más cercana sin temer que -dejando aparte cualquier calamidad- ni aun en el transcurso de una vida feliz y corriente alcance ni de lejos para semejante cabalgata". 



THE NEXT VILLAGE
by Franz Kafka

My grandfather used to say: “Life is astonishingly short. When I look back now it all seems so foreshortened that I can hardly understand, for example, how a young man can decide to ride over to the next village without being afraid–quite apart from unfortunate accidents–that the whole span of a normal happy life is far from enough time for such a journey.”



jueves, 9 de abril de 2015

Franz Kafka / Como perros desesperados




Franz Kafka
BIOGRAFÍA

COMO PERROS DESESPERADOS


Allí yacieron, pero con menos abandono que aquella noche. Ella buscaba algo y él buscaba algo, furiosamente, haciendo muecas, hundiendo cada uno el rostro en el pecho del otro, y sus abrazos y sus cuerpos que se alzaban no les hacían olvidar sino que les recordaban ese deber de buscar; como escarban los perros desesperados en el suelo, así escarbaban ellos en sus cuerpos y, desvalidos y decepcionados, buscando una última felicidad, recorrieron varias veces con la lengua el rostro del otro. Sólo el cansancio los dejó tranquilos y mutuamente agradecidos.


Franz Kafka, El castillo





martes, 7 de abril de 2015

Josefina Licitra / Sin red




Josefina Licitra
Sin red

Mi escritorio está en un primer piso y tiene un balcón. Y cada vez que subía a trabajar, desde hace meses, me detenía a mirar una tela de araña que estaba tendida entre dos de los barrotes del balcón de marras. Por una razón que jamás me expliqué –o más bien: que jamás me detuve a pensar- nunca quise quitar esa tela. Me fascinaba ver cómo se fortalecía la red, cómo esa tela de araña era la trama, al fin y al cabo, de una larga paciencia. Una vez incluso vi la araña –mínima- y sentí un respeto religioso por ella. Por ese mundo solitario y tenaz, pero sobre todo inexplicable, que tejía ese bicho ante mis ojos.

Pienso en esto ahora, después del diluvio, cuando subo a mi escritorio y veo que la tela de araña no está más. El agua barrio con ella, como barrió con tantas otras cosas. Y por primera vez después de veinticuatro horas de locura –de goteras, agua, mareas domésticas, papeles mojados, miedo: miedo a la próxima lluvia-, por primera vez después del caos, decía, me siento en mi silla, llena de supersticiones y de rezos al cielo, y pienso en mi araña con amargura en el pecho; como si la vida entera que habita en todas las cosas se hubiera escurrido por un tubo cloacal.




domingo, 5 de abril de 2015

Jairo Aníbal Niño / De las crónicas de la ciudad



Jairo Aníbal Niño

De las crónicas de la ciudad

El Señor Presidente, olisqueando su pañuelo empapado en agua de lavanda, se paseaba por el mercado público en cumplimiento de la promesa de su campaña electoral, de que cada ocho días se pondría en contacto con el pueblo. Saltó con agilidad un pequeño charco de agua podrida y se puso a estrechar manos sudorosas y de una aspereza de piedras de volcán. De pronto, se dio cuenta que su finísimo reloj de oro había desaparecido. Se empinó en la punta de sus zapatos de charol y vislumbró el correr desalado de un muchacho. Con todas las fuerzas de sus pulmones, gritó: ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Agarren al ladrón! ¡Matén al ladrón!

Entonces la muchedumbre se abalanzó contra el ladrón.

Su guardia personal, sólo pudo rescatar un par de ensangrentados zapatos de charol.



viernes, 3 de abril de 2015

Jairo Aníbal Niño / Arte bella


Jairo Aníbal Niño
ARTE BELLA

El sapo, después de soportar durante muchos años insultos, persecuciones y vejámenes a causa de su fealdad y sintiendo que el fin de su vida se acercaba, quiso averiguar a qué sabía la belleza y se tragó una espléndida mariposa de Muzo y sintió el maravilloso placer del viaje de esas hermosísimas alas azules en su vuelo interminable hacia la flor anfibia de su corazón.



jueves, 2 de abril de 2015

Adela Fernández / La venganza de Flaubert


Adela Fernández
LA VENGANZA DE FLAUBERT


Mi padre solía mandarme a la cocina para que viera si él se encontraba allá. Yo iba a buscarlo y regresaba para decirle que no. insistía preguntando que si lo había buscado bien, y yo, motivada por la duda, volvía al lugar para cerciorarme. Los viajes podían repetirse dos o tres veces hasta que mi padre quedaba convencido. Entonces él soltaba una carcajada.

Hoy en la mañana, cuando desayunábamos en la cocina, me mandó a ver si se encontraba en su recámara. Regresé corriendo y asustada le dije: sí, estás allá y lo que estás haciendo es lamentable y vergonzoso; no debiste mandarme a mirar eso.

Mi padre dejó caer la servilleta sobre el plato y se fue a la recámara a ver qué era eso que estaba haciendo y que a mí me había disgustado tanto.



El Cuento
No. 113, Enero-Marzo 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 58