martes, 24 de noviembre de 2015

Virgilio Piñera / El infierno

Virgilio Piñera
EL INFIERNO

Cuando somos niños, el infierno es nada más que el nombre del diablo puesto en la boca de nuestros padres. Después, esa noción se complica, y entonces nos revolcamos en el lecho, en las interminables noches de la adolescencia, tratando de apagar las llamas que nos queman —¡las llamas de la imaginación!—. Más tarde, cuando ya nos miramos en los espejos porque nuestras caras empiezan a parecerse a la del diablo, la noción del infierno se resuelve en un temor intelectual, de manera que para escapar a tanta angustia nos ponemos a describirlo.

Ya en la vejez el infierno se encuentra tan a mano que lo aceptamos como un mal necesario y hasta dejamos ver nuestra ansiedad por sufrirlo. Más tarde aún (y ahora sí estamos en sus llamas), mientras nos quemamos, empezamos a entrever que acaso podríamos aclimatarnos. Pasados mil años, un diablo nos pregunta con cara de circunstancia si sufrimos todavía. Le contestamos que la parte de rutina es mucho mayor que la parte de sufrimiento. Por fin llega el día en que podríamos abandonar el infierno, pero enérgicamente rechazamos tal ofrecimiento, pues, ¿quién renuncia a una querida costumbre?




Virgilio Piñera / En el insomnio
Virgilio Piñera / La montaña
Virgilio Piñera / Natación
Virgilio Piñera / La boda



sábado, 21 de noviembre de 2015

Virgilio Piñera / Una desnudez salvadora


Ilustración de T. A.
sobre foto ajena
Virgilio Piñera
BIOGRAPHY
UNA DESNUDEZ SALVADORA

Estoy durmiendo en una especie de celda. Cuatro paredes bien desnudas. La luna cuela sus rayos por el ventanillo. Como no dispongo de un mísero jergón me veo obligado a acostarme en el suelo. Debo confesar que siento bastante frío. No es invierno todavía, pero yo estoy desnudo y a esta altura del año la temperatura baja mucho por la madrugada.

De pronto alguien me saca de mi sueño. Medio dormido todavía veo parado frente a mí a un hombre que, como yo, también está desnudo. Me mira con ojos feroces. Veo en su mirada que me tiene por enemigo mortal. Pero esto no es lo que me causa mayor sorpresa, sino la búsqueda febril que el hombre acaba de emprender en espacio tan reducido. ¿Es que se dejó algo olvidado?

–¿Ha perdido algo? –le pregunto.

No contesta a mi pregunta, pero me dice:

–Busco un arma con que matarte.

–¿Matarme…? –la voz se me hiela en la garganta.

–Sí, me gustaría matarte. He entrado aquí por casualidad. Pero ya ves, no tengo un arma.

–Con las manos –le digo a pesar de mí, y miro con terror sus manos de hierro.

–No puedo matarte sino con un arma.

–Ya ves que no hay ninguna en esta celda.

–Salvas la vida –me dice con una risita protectora.

–Y también el sueño –le contesto.




miércoles, 18 de noviembre de 2015

Virgilio Piñera / Unión indestructible



Virgilio Piñera
BIOGRAPHY 
UNIÓN INDESTRUCTIBLE 

Nuestro amor va de mal en peor. Se nos escapa de las manos, de la boca, de los ojos, del corazón. Ya su pecho no se refugia en el mío y mis piernas no corren a su encuentro. Hemos caído en lo más terrible que pueda ocurrirle a dos amantes: nos devolvemos las caras. Ella se ha quitado mi cara y la ha tirado en la cama; yo me he sacado la suya y la encajo con violencia en el hueco dejado por la mía. Ya no velaremos más nuestro amor. Será bien triste coger cada uno por su lado.

Sin embargo, no me doy por vencido. Echo mano a un sencillo recurso. Acabo de comprar un tambor de pez. Ella, que ha adivinado mi intención, se desnuda en un abrir y cerrar de los ojos. Acto seguido se sumerge en el pegajoso líquido. Su cuerpo ondula en la negra densidad de la pez. Cuando calculo que la impregnación ha ganado los repliegues más recónditos de su cuerpo, le ordeno salir y acostarse en las lozas de mármol del jardín. A mi vez, me sumerjo en la pez salvadora. Un sol abrasador cae a plomo sobre nuestras cabezas. Me tiendo a su lado, nos fundimos en estrecho abrazo. Son las doce del día. Haciendo un cálculo conservador espero que a las tres de la tarde se haya consumado nuestra unión indestructible.




Virgilio Piñera / En el insomnio
Virgilio Piñera / La montaña
Virgilio Piñera / Natación

sábado, 14 de noviembre de 2015

Virgilio Piñera / La boda


Virgilio Piñera
BIOGRAPHY
LA BODA

Los invitados que llegaron con la debida puntualidad pudieron ver cómo dos hombres de alguna edad, caminando de espaldas al atrio y viniendo del altar, desenvolvían de un enorme carrete dos cintas blancas que colocaban sobre los espaldares de los asientos situados junto a la senda nupcial. Los que no llegaron con la debida puntualidad vieron las cintas ya colocadas. También, la gran alfombra roja. A una señal, el altar se iluminó, mientras el pie derecho de la novia penetraba en el templo. Cuando el extremo de la cola de su vestido tocó justo el sitio donde su pie derecho había marcado una levísima huella, se pudo observar que dejaba atrás treinta cabezas de águila que formaban el tope de otras tantas columnas situadas en el atrio. Así que una vez llegada la novia ante el oficiante, el extremo de su cola vino a quedar separado de su cuerpo por una distancia de treinta cabezas de águila. Claro que la distancia parecía un tanto mayor a causa del ángulo que se formaba de los hombros al suelo. Pero no era tan agudo como para que se le considerase capaz de producir una sensación de ostensible malestar físico. El piso, de mármol, estaba un poco manchado. También, las cintas limitadoras dejaban ver un pequeño ángulo por el vacío existente entre asiento y asiento. Pero ya la novia iniciaba la salida apoyando suavemente su pie izquierdo en el primer peldaño de la graciosa escalinata que conducía hasta el altar. De modo que, a causa del paso dado por su pie derecho, el extremo de la cola avanzó un tanto en dirección al altar. Igualmente, por efecto de su cuerpo al volverse hacia la concurrencia, parte de la cola que arrancaba de los hombros enrollose sobre la espalda y en su parte izquierda. Entonces fue descendiendo pausadamente los peldaños de la alfombra roja. También el piso de la senda estaba un poco manchado. Ya se acercaba al punto donde el extremo de la cola se abandonaba como un animal echado. Al coincidir con ésta, hizo un ligerísimo movimiento desarrollado de abajo arriba, esto es, de su talle a sus hombros, y el extremo de la cola respondió con un breve funcionamiento, pero tan afinado que permitió al pie derecho pasar sin fatiga alguna. Desde este momento la cola fue perdiendo su inclinación y comenzó a seguir a la novia. Ésta ya daba su último paso con el pie derecho sobre la alfombra roja, y su cuerpo, perdiéndose en la caja del coche, indicaba claramente que la boda había terminado. 


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Virgilio Piñera / Natación

Autorretrato
Egon Schiele

Virgilio Piñera
BIOGRAPHY
NATACIÓN

He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogando de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.

No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.

Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.

1957.




SWIMMING
by Virgilio Piñera
Translated by Daniel W. Koon

I have learned to swim on dry land. It turns out to be better than doing it in the water. There is no fear of sinking because you are already at the bottom, and by the same logic, you are already drowned beforehand. You also avoid having to be fished out by the light of a lantern or in the dazzling light of a beautiful day. Finally, the absence of water keeps your body from swelling up.

I am not going to deny that swimming on dry land resembles the agony of dying. At first glimpse one would imagine that you are in the throes of death. Still, it is quite different: at the same time that you are fighting off death you are quite alive, quite alert, hearing the music that comes in through the windows and watching the worm that is crawling along the ground.

At first my friends disapproved of my choice. They evaded my glance and cried secretly. Fortunately, that crisis has passed. Now they know that I feel comfortable swimming on dry land. Occasionally I dip my hands into the marble tiles and hand them a tiny fish which I have trapped in the underwater depths.


1957

domingo, 8 de noviembre de 2015

Virgilio Piñera / La montaña

Arte callejero
La Habana, 2015
Fotografía de Triunfo Arciniegas
Virgilio Piñera
BIOGRAFÍA
La montaña
………. 

La montaña tiene mil metros de altura. He decidido comérmela poco a poco. Es una montaña como todas las montañas: vegetación, piedras, tierra, animales y hasta seres humanos que suben y bajan por sus laderas.

Todas las mañanas me echo boca abajo sobre ella y empiezo a masticar lo primero que me sale al paso. Así me estoy varias horas. Vuelvo a casa con el cuerpo molido y con las mandíbulas deshechas. Después de un breve descanso me siento en el portal a mirarla en azulada lejanía.

Si yo dijera estas cosas al vecino de seguro que reiría a carcajadas o me tomaría por loco. Pero yo, que sé lo que me traigo entre manos, veo muy bien que ella pierde redondez y altura. Entonces hablarán de trastornos geológicos.

He ahí mi tragedia: ninguno querrá admitir que he sido yo el devorador de la montaña de mil metros de altura.

1957

Virgilio Piñera
El que vino a salvarme (1970)

Virgilio Piñera
Cuentos completos
Edición del Centenario, La Habana, 2004, p.15




Rejas
Matanzas, Cuba, 2015
Fotografía de Triunfo Arciniegas

THE MOUNTAIN
by Virgilio Piñera
Translated by Daniel W. Koon

The mountain is three thousand feet tall. I have decided to eat it, bit by bit. It is a mountain like any other: vegetation, rocks, soil, animals and even humans beings that walk up and down its slopes. 

Every morning I throw myself upon it and start chewing on the first thing that crosses my path. I spend several hours at this. I return home with my body exhausted and my jaws distended. After a brief rest I sit in the doorway and gaze into the blue distance. 

If I told my neighbor about it he would surely laugh himself silly and take me for a madman. But being aware of what I am doing, I can very clearly see the mountain losing both heft and height. Soon they will be blaming geological disturbances. 

And that’s my tragedy: nobody will want to admit that it was I who was the devourer of the three-thousand-foot-tall mountain.