domingo, 3 de diciembre de 2023

Eduardo Berti / Noche de hotel




Eduardo Berti
Noche de hotel

El champán del minibar cuesta carísimo. Por eso mismo él tomó la resolución de hacer una breve escapada al supermercado que queda frente al hotel donde acaba de registrarse. Llueve y, volviendo al hotel, disimula la botella debajo del impermeable. Habitación 201. Sale del ascensor y avanza hacia la izquierda. El orden es decreciente: 206, 205, 204… Al principio no le asombra que entre la 202 y la 200 no haya ninguna puerta ni ningún indicio. Sin embargo, sabe bien que existe la habitación 201. Allí dejó sus pertenencias. Así que vuelve a recorrer el pasillo tres, cuatro veces… Misterio. Es como si la 201 se hubiese evaporado. Desde luego, lo normal sería bajar, presentarse en recepción y armar una especie de escándalo. Sin embargo, se toma todo con extraña filosofía. Por suerte tiene el dinero, el pasaporte y el pasaje de regreso en un bolsillo de su impermeable gris claro. Es algo que ha aprendido con el tiempo: siempre lleva encima estas cosas valiosas. Mientras tanto, en la habitación, dejó prendas de vestir, libros, un perfume y el cepillo de dientes. Cosas que pueden reemplazarse, reflexiona con frialdad, hasta que la botella fría bajo el abrigo (la punta de la botella que, como un dedo insolente, llama a la realidad) le recuerda que su mujer lo espera en la cama y es su noche de bodas. Su mujer, sí. En la inmensa cama king size de una habitación que ya no existe más.






viernes, 1 de septiembre de 2023

Triunfo Arciniegas / Millones de razones



Triunfo Arciniegas
MILLONES DE RAZONES

Habíamos montado la exposición como un favor. Las acuarelas no eran del todo malas, aunque carecían de un mérito especial. Es decir, estábamos ante un artista del montón, uno mediocre que no llegaría a ninguna parte. Un austriaco con un bigote ridículo. A cada rato olvidaba su nombre.
Por eso nos sorprendió tanto el hombre que compró todas las obras. Nos sorprendió la compra, por supuesto, y el hombre. Con una pinta que nunca habíamos visto. Un loco. Cerramos el negocio y nos dio la dirección. Nos hizo firmar un contrato de confidencialidad muy fácil de cumplir: no deberíamos revelar la identidad del comprador. Ni al artista ni a nadie.
        –Clientes anónimos –precisó. 
Cerrada la exposición, fui personalmente a entregar las acuarelas. Me sorprendieron las paredes desnudas. Ni siquiera había muebles. El hombre me ofreció un té y conversamos. Pasamos al whisky hasta que se nos oscureció. La conversación se había desbordado. Ya nos reíamos de cualquier cosa cuando le pregunté el interés por un artista tan mediocre.
–Tengo seis millones de razones –dijo.
–¿Seis millones?
–Más de cincuenta millones.
–Adolf Hitler le hace daño al arte –dije.
La frase no le convenía a mis intereses, pero tuve que decirla.
–El arte podrá soportarlo –replicó el hombre.
–Con el éxito de la exposición, está pintando como loco. Va a experimentar con el óleo y ya nos amenazó con otra exposición. 
–Compro todo.
        –Ese pobre Adolf Hitler será olvidado.
–Lo sé.
Me dijo que lo acompañara al jardín, donde encendió una hoguera. Pensaba en las costumbres tan raras de la gente cuando me preguntó si tenía predilección por alguna de las acuarelas.
–Ninguna.
–Entonces no importa el orden.
Trajo el primer lote de acuarelas y lo arrojó a la hoguera, entre risas. Le colaboré con el segundo y el whisky. Pronto estábamos brincando alrededor de la hoguera. A gatas fuimos por el último lote y otra botella. Y seguimos brincando.

1 de septiembre de 2023

Triunfo Arciniegas / La viuda del doctor Castillo

 



Triunfo Arciniegas
LA VIUDA 
DEL DOCTOR CASTILLO

Tan pronto abandonaron el cementerio, el hombre se atrevió a comentar el breve, ajustado y encendido vestido de la viuda. Se refugiaron en un café porque había comenzado a llover.

-El negro ya no es obligatorio -replicó la esposa.

-Está bien, pero casi estaba con los senos al aire.

-No le quitaste el ojo de encima.

-No digas eso, mujer.

Otra pareja llegó corriendo. Se sacudieron a la entrada, salpicando a los más próximos. El asunto iba para largo.

-Ella tampoco te despintó. Te tiene ganas.

-Exageras, como siempre.

-Si tú lo dices -suspiró la mujer.

Un muchacho apareció con el café y el agua arómatica.

-¿Sabes qué es lo raro? Nadie se le acercaba. Como si fuera invisible.

Ensimismado, el hombre tomó el primer sorbo. Quiso añadir algo, pero no encontró las palabras adecuadas o decidió que no le convenía el rumbo de la conversación.

-Lo raro es que apareciera, querido -remató la mujer-. Olvidas que murió hace casi cinco años, en el terremoto de Sacramento.


30 de agosto de 2023


miércoles, 30 de agosto de 2023

Triunfo Arciniegas / Tratado de la brevedad

 

The Invisible Man
Gary Cadima)


Triunfo Arciniegas
TRATADO DE LA BREVEDAD

Me juró amor eterno hace tres meses y diez días, en la azotea de la casa de los Linero, a mediados de septiembre, antes de las lluvias que tantas desgracias ocasionaron. Ahora hace lo mismo con otro y publica la foto de un viaje reciente para que haya constancia. Más alto, más apuesto, más joven. Se contemplan embobados mientras las palomas revolotean a su alrededor. Diecisiete palomas y fragmentos de otras tres. No envidio al hombre, aunque sé con precisión sus privilegios. Me pregunto si en medio de tanta miel sospecha su destino inexorable. No nos parecemos, pero así de feliz me veía entonces.

 

29 de agosto de 2023

lunes, 28 de agosto de 2023

Fleur Jaeggy / Gato

Nino, 2022
Fotografía de Triunfo Arciniegas

Fleur Jaeggy 
GATO

    Observar a los demás siempre es interesante. En el tren, en los aeropuertos, en las convenciones, mientras se hace cola, mientras dos personas están sentadas a una mesa; en suma, en todas las ocasiones en las que confluyen seres. También a los que no viajan o están muy solos se les ocurrirá salir media hora a la calle. Y observar un gato terriblemente absorto y atento al apuntar a la presa. O al apresarla. Quizá sea una mariposa, una hoja, un trozo de papel, un insecto. Cuando ha alcanzado el objetivo, de repente el gato se distrae. Los etólogos llaman a este movimiento Übersprung. Se produce poco antes del golpe mortal. Vemos al gato moverse y desplazar la presa como si fuera una pluma. Los últimos movimientos. La mariposa baila en su agonía. Vibra imperceptiblemente, lo bastante como para despertar aún el interés del gato. Y él se distrae. Se aleja. Con calma muta el rumbo. Muta el rumbo mental. Es como un momento muerto. La estasis. Parece que nada le interese. Parece haber olvidado las alas temblorosas que sólo unos instantes antes habían reclamado su total dedicación. Lo que antes le había poseído, como si hubiera sido una idea, un pensamiento. Ahora él se distrae. Mira a otro lado. Con la patita se frota el morro. Con la patita se rasca detrás de la oreja, inclinando la cabeza. Tiene muchas cosas que hacer. Ninguna de ellas tiene nada que ver con la de antes. Con la acción. El gato mira a otra parte. Está en otra parte. Es un movimiento estratégico. Forma parte de un mecanismo de precisión. En todo ello hay algo que recuerda las marionetas del cuento de Kleist. En la precisión del asalto, en la ligereza y agilidad. En el desapego, en la distancia. Tal vez también la mariposa y la hoja tengan a su vez el mismo momento de Übersprung. Como el gato. Se distraen de la agonía, se apartan de su muerte. De la idea de la muerte. Eso es lo que hace el gato. Se aparta él también de la agonía. Que ha inferido. No sabemos por qué ocurre, el que el gato mire a otro lado. Él lo sabe. Quizás, tal vez sea delectatio morosa ese Übersprung. El melancólico hecho de desprenderse de un vínculo con la víctima. Es volverse hacia otra parte, pasar a otra cosa, manifestar el gesto del desapego, como un adiós. La divagación del tema, la evasión de una palabra, y a la vez la caza de las palabras, el deshacerse de ellas: son otras tantas maneras mentales del hecho de escribir. Hay quien escribe gracias a la delectatio morosa. Thomas de Quincey, por ejemplo, una vez señaló el «dark frenzy of horror», el oscuro frenesí del horror.


martes, 22 de agosto de 2023

Fleur Jaeggy / Dos mujeres


Fleur Jaeggy
La sala aséptica

Una vez Ingeborg y yo hablamos de la vejez, ella sonreía al oír esa palabra, pero esa palabra no iba acompañada ni del corazón ni de una verdadera sonrisa. Yo imaginaba una longevidad sin muerte, una casa de campo, un muro, le describía la arquitectura exterior y la ataba con una cuerda. Y un jardín entre los muros y todavía le decía nosotras dos. Estaba terriblemente convencida. La soberbia convicción de lo que no se cumple. Imaginábamos las visitas, los huéspedes y hablábamos de los nombres de los huéspedes, bebiendo un gin-tonic. Ella sentada en el sofá Biedermeier, de madera rubia —la tapicería a rayas, la mesa redonda Biedermeier con un jarro de flores parecían escuchar. Sin embargo, no me convencía del todo su participación, estaba amable y algo distraída. «¿No quieres que vayamos a vivir juntas cuando seamos viejas?» Yo insistía. Entonces Ingeborg (creo que para complacerme) asentía. Pero lo hacía como si no previera un futuro. Yo no hablaba de vejez como futuro, más bien como de una premonición, un temor... 

 La vejez, dijo, es horrible. Pero todo es horrible, le decía yo. Con una especie de alegría. Intentaba convencerla de que todo es realmente horrible (en aquel momento nuestras vidas no iban mal en absoluto) y no en broma. Entonces sus ojos irradiaban felicidad, y pasaron los años. Breves. Iba todos los días al Sant’Eugenio, unidad de grandes quemados. Dos veces entré en una sala que debía ser aséptica.


martes, 15 de agosto de 2023

Lydia Davis / Comentario doméstico

 




Lydia Davis
COMENTARIO DOMÉSTICO


    Debajo de toda esta suciedad
    el piso está realmente muy limpio.




lunes, 31 de julio de 2023

Julio Cortázar / Terapias


Julio Cortazar 
Terapias

Un cronopio se recibe de médico y abre un consultorio en la calle Santiago del Estero. En seguida viene un enfermo y le cuenta cómo hay cosas que le duelen y cómo de noche no duerme y de día no come.
-Compre un gran ramo de rosas -dice el cronopio.
El enfermo se retira sorprendido, pero compra el ramo y se cura instantáneamente. Lleno de gratitud acude al cronopio, y además de pagarle le obsequia, fino testimonio, un hermoso ramo de rosas. Apenas se ha ido el cronopio cae enfermo, le duele por todos lados, de noche no duerme y de día no come.



viernes, 28 de julio de 2023

Julio Cortázar / Secuencias

 


Julio Cortázar
Secuencias

Dejó de leer el relato en el punto donde un personaje dejaba de leer el relato en el lugar donde un personaje dejaba de leer y se encaminaba a su casa donde alguien que lo esperaba se había puesto a leer un relato para matar el tiempo y llegaba al lugar donde un personaje dejaba de leer y se encaminaba a la casa donde alguien que lo esperaba se había puesto a leer un relato para matar el tiempo.



miércoles, 28 de junio de 2023

Angel Olgoso / Designaciones




Angel Olgoso
DESIGNACIONES

Levantó una casa y a ese hecho lo llamó hogar. Se rodeó de prójimos y lo llamó familia. Tejió su tiempo con ausencias y lo llamó trabajo. Llenó su cabeza de proyectos incumplidos y lo llamó costumbre. Bebió el jugo negro de la envidia y lo llamó injusticia. Se sacudió sin miramientos a sus compañeros y lo llamó oportunidad. Mantuvo en suspenso sus afectos y lo llamó dedicación profesional. Se encastilló en los celos y lo llamó amor devoto. Sucumbió a las embestidas del resentimiento y lo llamó escrúpulos. Erigió murallas ante sus hijos y lo llamó defensa propia. Emborronó de vejaciones a su mujer y lo llamó desagravio. Consumió su vida como se calcina un monte y lo llamó dispendio. Se vistió con las galas de la locura y lo llamó soltar amarras. Descargó todos los cartuchos sobre los suyos y lo llamó la mejor de las salidas. Mojó sus dedos en aquella sangre y lo llamó condecoración. Precintó herméticamente el garaje y lo llamó penitencia. Se encerró en el coche encendido y lo llamó ataúd.


miércoles, 14 de junio de 2023

Triunfo Arciniegas / Problemas

 


Triunfo Arciniegas
PROBLEMAS

Mis manos eran verdes y sabían a hierba. Devoré uno a uno mis dedos con hambre insaciable. El pensamiento de que me estaba devorando a mí mismo no me impedía continuar haciéndolo. Cuándo voy a parar, me pregunté. Mis manos comenzaban a desaparecer y mis diminutos dientes no paraban de arrancar pedazos. Me estoy comportando como un insecto, me dije. ¿O ya lo soy? Voy a desaparecer, me dije, e igualmente pensé que corría el mismo riesgo si dejaba de comer. Después de las manos, continué con mis brazos. La boca no me pertenecía: se comportaba como un animal ciego y salvaje. Me comí los brazos casi hasta los hombros. Luego ya ninguna parte de mí estaba al alcance de mi boca. Los muñones se me antojaron grotescos. Estoy en problemas. Continuar o parar la tarea de comerme no dependía de mí. La situación se salió de mis manos. Qué expresión tan ridícula. Ya no había manos. Si al menos apareciera alguien y me arrancara la cabeza. Si alguien me impidiera el tormento se seguir pensando. Había caído al piso y me revolcaba como una serpiente enloquecida. ¿Qué soy ahora? ¿Una bestia? ¿Todavía tengo un lugar en el mundo? No. ¿Pero cómo apartarme? ¿Cómo desaparecer del todo? Pensé que, si alguien tuviese la misericordia de acercar a mi boca otro pedazo, me despediría profundamente agradecido. Entonces me invadieron por igual la quietud y la oscuridad, y dejé de pensar.

26 de febrero de 2023

lunes, 12 de junio de 2023

Bernhard Schlink / Catástrofe

 


Bernhard Schlink
CATÁSTROFE
    Cuando por fin se acostaron juntos, fue una catástrofe. Ella tenía suficiente experiencia para esperar algo mejor, y demasiado poca para ayudarle a dar la talla. La torpeza de la primera vez puede superarse gracias a la seguridad que confiere el amor, pero él carecía de esa seguridad. Un día se quedaron escondidos en la piscina, detrás de los arbustos paralelos a la verja, después de la hora de cierre, y cuando los guardas acabaron de hacer la ronda, empezaron los besos, las caricias, el deseo, pero a él de repente todo le pareció falso. Nada era como debía ser. Era una traición a todo lo que amaba y había amado: le vino a la mente su madre, la amiga del abrigo de piel, la vecinita de los rizos pelirrojos y las pecas y la niña de la lagartija. Cuando llegó el momento, el engorro de ponerse el preservativo, su orgasmo demasiado rápido, sus intentos torpes de darle placer con la mano, que sólo consiguieron fastidiarla… Se arrebujó contra ella, buscando consuelo para su fracaso. Pero ella se levantó, se vistió y se fue. Él se quedó encogido mirando fijamente el tronco del arbusto bajo el que yacía, el follaje del año pasado, su ropa interior y las mallas de la verja. Oscureció. Cuando empezó a tener frío, siguió tumbado; tenía la impresión de que el frío lo curaría todo, igual que se cura una enfermedad sudando: el rato que habían pasado juntos, el cortejo, las vanas luchas de los últimos meses. Al final se levantó, se tiró al agua y nadó unos cuantos largos.

Bernhard Schlink
Amores en fuga



viernes, 9 de junio de 2023

Triunfo Arciniegas / Se prohíbe arrojar niños a los cocodrilos


Triunfo Arciniegas
SE PROHÍBE ARROJAR NIÑOS A LOS COCODRILOS

Había una vez una señora que arrojaba niños a los cocodrilos. Muy conocida, muy famosa. La entrevistaban con frecuencia no tanto por sus disparates como por su manera de hablar. Se tragaba las sílabas o retorcía las frases de tal manera que uno se moría de risa. Ella se sentía genial. Viajaba mucho. No se perdía el funeral de una reina o el matrimonio de una princesa, y no desaprovechaba las ocasiones para comer. Se dice que visitó al papa sólo porque le contaron que la comida del Vaticano era exquisita. En Venecia, la góndola que la paseó terminó hundiéndose. Los humoristas tuvieron material de sobra.

Era gorda pero se movía con sorprendente rapidez. Se veía tan inocente, además, tan incapaz de matar una mosca. Por otra parte, resultaba graciosa. Bailando, nadie retorcía el esqueleto o las carnes como ella. Las cámaras no se le despegaban del culo.

La afición de arrojar niños a los cocodrilos venía de muchos años atrás. Pero ahora la señora lo hacía con tal frecuencia que ya teníamos escasez de niños. Nadie le censuraba la afición sino la intensidad. Se le pidió moderación de una y otra manera, pero ella no parecía entenderlo. Las fábricas de niños no daban a basto. El propio marido, el presidente, se unió al coro de súplicas. La popularidad del mandatario había decaído no por la poca consideración con las fábricas precisamente, sino por el débil influencia sobre su propia mujer. Las malas lenguas decían que, si el presidente no era capaz de ordenar su propia casa, qué podía esperarse de su gobierno.

Podría pensarse que los únicos felices en estas circunstancias eran los cocodrilos. Pero no. Habían engordado como cerdos y presentaban problemas respiratorios. Dos o tres murieron de infarto. Algunos manifestaron con rabia que a este paso nos quedaríamos sin cocodrilos y otros replicaron que la desaparición de los cocodrilos terminaría la noble afición del lanzamiento de niños. El reabastecimiento de las criaturas era cuestión de tener paciencia. Discusiones de cantina que solían concluir con una botellazo en la cabeza.

¿Quiénes sobrevivirían? La mayoría apostó por los cocodrilos y unos cuantos por los niños. “Sin niños, no hay cocodrilos”, sentenció un filósofo, pasando por alto un detalke: no sólo de niños vivían los cocodrilos.

Para sorpresa de todos, se murió la señora. De gorda o de lo que sea. Los fanáticos de la señora culparon al presidente, entraron al palacio y secuestraron al mandatario. Se armó un alboroto espectacular, quemaron edificios y destrozaron a patadas los cajeros automáticos. Los muchachos arrojaron piedra a los policías, que respondieron con gases y chorros de agua.

¿Y el presidente? Se lo arrojaron a los cocodrilos. Los testigos cuentan con regocijo la historia. Perezosos, lentos, un tanto aburridos, se comieron al presidente y estuvieron vomitando dos o tres días. Casi se mueren.

2 de junio de 2023

jueves, 8 de junio de 2023

Per Olov Enquist / Margrethe

 

Per Olov Enquist
MARGRETHE

De todos los gobernantes de Dinamarca, pintados tan a menudo a caballo, Johan Friedrich Struensee fue seguramente el jinete más diestro y el que más amaba a estos animales. Cuando era conducido hacia el patíbulo en Ostre Faelled, el general Eichstedt, quizá como expresión de desprecio o de una sutil crueldad hacia el condenado, llegó a lomos de Margrethe, el caballo ruano de Struensee, al que él mismo había dado ese nombre tan poco común para un caballo. Pero si su intención era causarle más dolor aún al condenado, falló; a Struensee se le iluminó la cara, se detuvo, levantó la mano como queriendo acariciarle el hocico y una débil, casi feliz sonrisa, se le dibujó en el rostro, como si creyera que el caballo había venido a despedirse de él. 

Quiso acariciar al caballo, pero no pudo alcanzarlo. 


Per Olov Enquist
La visita del médico de cámara
Círculo de Lectores, Barcelona, 2002, p. 14


miércoles, 7 de junio de 2023

Triunfo Arciniegas / Lecciones de vuelo

 




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Triunfo Arciniegas
LECCIONES DE VUELO

Llegó descamisado, descalzo, con las alas rotas, y no sólo se las remendé y se las planché para que se vieran bien bonitas, sino le arreglé la barba y los cabellos, le lavé los pies y le recorté las uñas, le di toda la ropa de mi difunto marido y le enseñé a montar en bicicleta. Le pregunté qué más quería, mi señor, qué le hacía falta. “El paraíso”, suspiró, contemplando el jardín. No dijo nada más, pero me pareció que era feliz. Me sentí afortunada, bendecida. Después de un santo marido, del mismo cielo me caía un ángel. Los dioses recompensan a las mujeres buenas. Luego de tantas lágrimas y la certeza de que dormiría sola el resto de mis días, andaba embobada y loca, escurriendo la baba. Levitaba. Yo, no él, que apenas trataba. Lo vi brincar y aletear en los pasillos, tropezar y caerse mañana tras mañana, riéndose. La negra María Luisa lo ayudaba a levantarse y él la llenaba de besos, agradecido. La muchacha le preparaba unos caldos de pescado espectaculares y él le besaba las manos milagrosas. Trapeaban juntos, lavaban las sábanas y las colgaban en las cuerdas, entre bromas, empujándose, fingiendo caídas y abrazándose. Qué feliz se veía. Qué estúpida fui. Qué ciega. Al final, se voló con la muchacha y me robó la plancha.

7 de junio de 2023