LA GRULLA Y EL CORMORÁN
Erase una vez una Grulla Damisela de un poco más de un metro setenta de altura que después de viajar durante mucho tiempo y haber recorrido muchos cielos, decidió construir su nido en una playa de arena blanca.
No tenía ningún plan para pasar el invierno. Es más, no tenía ningún plan para pasar esa primera noche. Decidió buscarse amigos y salió a la gran ciudad. Se metió en antros cada vez más siniestros y conoció a gente cada vez más triste. Se emborrachó con Profesores de Latín, Cantantes de Opera, Jugadores de Póquer y bailó con un Cuervo disfrazado de Cisne. Con ese último voló la primera noche. Y las siguientes también.
Empezó una nueva vida para nuestra amiga la Grulla. Una vida llena de risas y caricias al principio, luego repleta de gritos y violencia. El bonito animal ingenuo y locamente risueño se convirtió en una especie temerosa y amargada. Se le fue el brillo del pelaje y el dulce timbre de la voz. Una suave tarde de primavera, la Grulla, sin pensárselo, porque pensar le asustaba, preparó el equipaje y se marchó del nido.
Otra nueva vida empezó para nuestra amiga la Grulla. Una vida de trabajo hacía fuera y hacía dentro. Una etapa de curar heridas y afrontar miedos. Llegó el verano y con él las ganas de volar. Luego apareció el otoño y las fuerzas del destino.
Una noche de Noviembre se cepilló las plumas durante horas y se fue al encuentro de un Cormorán Gris con quién había hablado por la vías de navegación. Fue un impacto tierno y prometedor pero la Grulla todavía llevaba las cicatrices de su anterior aterrizaje y no quiso volar con el Cormorán. Sin embargo, este, que no tenía ni idea de lo que le pasaba a la Grulla, insistió durante semanas, las semanas del duro invierno. Más se congelaban el cielo y la tierra, más se calentaba el corazón de la Grulla a cada visita del Cormorán. Hasta que una noche de luz llena, la Grulla agarró el Cormorán por el cuello y le dijo de llevarla allí arriba, donde las Estrellas le hacen cosquillas a la Luna.
A veces, las noches de Luna llena y Estrellas juguetonas, levanto la vista y recuerdo el primer vuelo de la Grulla Damisela junto al Cormorán Gris. Y me siento bien.