miércoles, 26 de julio de 2017

García Márquez / El hombre que se extraviaba para siempre en los sueños

Hombre dormido (1987)
Joan Bennàssar


García Márquez

El hombre que se extraviaba 

para siempre en los sueños



Durante muchos años quise escribir el cuento del hombre que se extraviaba para siempre en los sueños. El hombre soñaba que estaba durmiendo en un cuarto igual a aquel en que dormía en la realidad, y también en ese segundo sueño soñaba que estaba durmiendo, y soñando el mismo sueño en un tercer cuarto igual a los dos anteriores. En aquel instante sonaba el despertador en la mesa de noche de la realidad, y el dormido empezaba a despertar. Para lograrlo, por supuesto, tenía que despertar del tercer sueño al segundo, pero lo hizo con tanta cautela, que cuando despertó en el cuarto de la realidad había dejado de sonar el despertador. Entonces, despierto por completo, tuvo el instante de duda de su perdición: el cuarto era tan parecido a los otros de los sueños superpuestos, que no pudo encontrar ningún motivo para no poner en duda que también aquél era un sueño soñado. Para su gran infortunio, cometió por eso el error de dormirse otra vez, ansioso de explorar el cuarto del segundo sueño para ver si allí encontraba un indicio más cierto de la realidad, y como no lo encontró, se durmió a su vez dentro del sueño segundo para buscar la realidad en el tercero, y luego en el cuarto y en el quinto. De allí -ya con los primeros latidos de terror- empezó a despertar de nuevo hacia atrás, del quinto sueño al cuarto, y del cuarto al tercero, y del tercero al segundo, y en su impulso desatinado perdió la cuenta de los sueños superpuestos y pasó de largo por la realidad. De modo que siguió despertando hacia atrás, en los sueños de otros cuartos que ya no estaban delante, sino detrás de la realidad. Perdido en la galería sin término de cuartos iguales, se quedó dormido para siempre, paseándose de un extremo al otro de los sueños incontables sin encontrar la puerta de salida a la vida real, y la muerte fue su alivio en un cuarto de número inconcebible que jamás se pudo establecer a ciencia cierta.


NOTA


Durante mucho tiempo pensé que no había escrito este cuento de horror porque su parentesco con Luis Borges era demasiado evidente, pero además inferior a todos sus cuentos. Sin embargo, ahora que lo recuerdo y lo escribo, he caído en la cuenta de que el cuarto en que lo hago -con la máquina de escribir frente a una ventana por donde se mete sin permiso todo el mar Caribe- es un cuarto igual al que siempre quise para el sueño del cuento: cuadrado justo y de paredes lisas y sin color, con una sola puerta y una sola ventana, y ningún otro mueble distinto de la cama simple y la mesa de noche con un despertador que había de repetirse sin respiro en cada uno de los cuartos soñados, pero que había que soñar en el cuarto real. Ahora que lo veo en la realidad me he dado cuenta de que no era de Borges este cuento, sino de la estirpe más antigua y sobrecogedora de Franz Kafka. En todo caso, nunca lo escribí, y tal vez ése sea su mérito mayor.

Gabriel García Márquez




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