Mujer, pájaro y estrella Joan Miró |
BINOCULARES
Desde que doña Mélida se declaró a sí misma impedida, los binoculares cumplieron en su vida una función de complemento, de agregarle algo a su pobre existencia de mujer anclada en el balcón de la casa.
Desde allí vio a su yerno andar en amores con la Claudia del consultorio odontológico, y así se lo hizo saber a su hija.
Desde allí vio el asalto al Banco Ganadero cometido por cuatro hombres, luego detenidos por la policía.
Y vio a don Martín en la sala de masajes Dulce piel con la sinvergüenza de la Lola, cosa que le costó el matrimonio.
Y también avisó a la policía cuando varios forasteros en el pueblo se movían por la plaza en actitud sospechosa y al ser detenidos se descubrió que eran los que extorsionaban al comerciante don Tito.
Era tan popular doña Mélida que muchos la saludaban, desde la distancia, levantando la mano o sonriendo para que ella los viera.
Entonces el alcalde y la policía decidieron exaltarla como Ciudadana Ejemplar, y cuando llegaron a su casa para entregarle el pergamino, doña Mélida recién bañada y arreglada con su mejor vestido para la ceremonia oficial, vio la bala que se introdujo por los binoculares, atravesó su ojo derecho, salió por la parte de atrás de la cabeza y se incrustó en la pared de bahareque recién pintada para la ocasión.
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