José Manuel Dorrego Sáenz
VOLAR
Desde que llegó al parque el vendedor de globos de helio, nos estamos quedando sin niños y niñas en la ciudad. Compran un globo, se sujetan a la cuerda y comienzan a ascender hasta perderse entre las nubes. Luego, ya no volvemos a saber de ellos. Y así, todos los días. Ahora, los ancianos ya no juegan a la petanca ni echan migas a las palomas. Prefieren sentarse en los bancos, mirar al cielo con nostalgia y ver niños volar.
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