miércoles, 28 de junio de 2023

Angel Olgoso / Designaciones




Angel Olgoso
DESIGNACIONES

Levantó una casa y a ese hecho lo llamó hogar. Se rodeó de prójimos y lo llamó familia. Tejió su tiempo con ausencias y lo llamó trabajo. Llenó su cabeza de proyectos incumplidos y lo llamó costumbre. Bebió el jugo negro de la envidia y lo llamó injusticia. Se sacudió sin miramientos a sus compañeros y lo llamó oportunidad. Mantuvo en suspenso sus afectos y lo llamó dedicación profesional. Se encastilló en los celos y lo llamó amor devoto. Sucumbió a las embestidas del resentimiento y lo llamó escrúpulos. Erigió murallas ante sus hijos y lo llamó defensa propia. Emborronó de vejaciones a su mujer y lo llamó desagravio. Consumió su vida como se calcina un monte y lo llamó dispendio. Se vistió con las galas de la locura y lo llamó soltar amarras. Descargó todos los cartuchos sobre los suyos y lo llamó la mejor de las salidas. Mojó sus dedos en aquella sangre y lo llamó condecoración. Precintó herméticamente el garaje y lo llamó penitencia. Se encerró en el coche encendido y lo llamó ataúd.


miércoles, 14 de junio de 2023

Triunfo Arciniegas / Problemas

 


Triunfo Arciniegas
PROBLEMAS

Mis manos eran verdes y sabían a hierba. Devoré uno a uno mis dedos con hambre insaciable. El pensamiento de que me estaba devorando a mí mismo no me impedía continuar haciéndolo. Cuándo voy a parar, me pregunté. Mis manos comenzaban a desaparecer y mis diminutos dientes no paraban de arrancar pedazos. Me estoy comportando como un insecto, me dije. ¿O ya lo soy? Voy a desaparecer, me dije, e igualmente pensé que corría el mismo riesgo si dejaba de comer. Después de las manos, continué con mis brazos. La boca no me pertenecía: se comportaba como un animal ciego y salvaje. Me comí los brazos casi hasta los hombros. Luego ya ninguna parte de mí estaba al alcance de mi boca. Los muñones se me antojaron grotescos. Estoy en problemas. Continuar o parar la tarea de comerme no dependía de mí. La situación se salió de mis manos. Qué expresión tan ridícula. Ya no había manos. Si al menos apareciera alguien y me arrancara la cabeza. Si alguien me impidiera el tormento se seguir pensando. Había caído al piso y me revolcaba como una serpiente enloquecida. ¿Qué soy ahora? ¿Una bestia? ¿Todavía tengo un lugar en el mundo? No. ¿Pero cómo apartarme? ¿Cómo desaparecer del todo? Pensé que, si alguien tuviese la misericordia de acercar a mi boca otro pedazo, me despediría profundamente agradecido. Entonces me invadieron por igual la quietud y la oscuridad, y dejé de pensar.

26 de febrero de 2023

lunes, 12 de junio de 2023

Bernhard Schlink / Catástrofe

 


Bernhard Schlink
CATÁSTROFE
    Cuando por fin se acostaron juntos, fue una catástrofe. Ella tenía suficiente experiencia para esperar algo mejor, y demasiado poca para ayudarle a dar la talla. La torpeza de la primera vez puede superarse gracias a la seguridad que confiere el amor, pero él carecía de esa seguridad. Un día se quedaron escondidos en la piscina, detrás de los arbustos paralelos a la verja, después de la hora de cierre, y cuando los guardas acabaron de hacer la ronda, empezaron los besos, las caricias, el deseo, pero a él de repente todo le pareció falso. Nada era como debía ser. Era una traición a todo lo que amaba y había amado: le vino a la mente su madre, la amiga del abrigo de piel, la vecinita de los rizos pelirrojos y las pecas y la niña de la lagartija. Cuando llegó el momento, el engorro de ponerse el preservativo, su orgasmo demasiado rápido, sus intentos torpes de darle placer con la mano, que sólo consiguieron fastidiarla… Se arrebujó contra ella, buscando consuelo para su fracaso. Pero ella se levantó, se vistió y se fue. Él se quedó encogido mirando fijamente el tronco del arbusto bajo el que yacía, el follaje del año pasado, su ropa interior y las mallas de la verja. Oscureció. Cuando empezó a tener frío, siguió tumbado; tenía la impresión de que el frío lo curaría todo, igual que se cura una enfermedad sudando: el rato que habían pasado juntos, el cortejo, las vanas luchas de los últimos meses. Al final se levantó, se tiró al agua y nadó unos cuantos largos.

Bernhard Schlink
Amores en fuga



viernes, 9 de junio de 2023

Triunfo Arciniegas / Se prohíbe arrojar niños a los cocodrilos


Triunfo Arciniegas
SE PROHÍBE ARROJAR NIÑOS A LOS COCODRILOS

Había una vez una señora que arrojaba niños a los cocodrilos. Muy conocida, muy famosa. La entrevistaban con frecuencia no tanto por sus disparates como por su manera de hablar. Se tragaba las sílabas o retorcía las frases de tal manera que uno se moría de risa. Ella se sentía genial. Viajaba mucho. No se perdía el funeral de una reina o el matrimonio de una princesa, y no desaprovechaba las ocasiones para comer. Se dice que visitó al papa sólo porque le contaron que la comida del Vaticano era exquisita. En Venecia, la góndola que la paseó terminó hundiéndose. Los humoristas tuvieron material de sobra.

Era gorda pero se movía con sorprendente rapidez. Se veía tan inocente, además, tan incapaz de matar una mosca. Por otra parte, resultaba graciosa. Bailando, nadie retorcía el esqueleto o las carnes como ella. Las cámaras no se le despegaban del culo.

La afición de arrojar niños a los cocodrilos venía de muchos años atrás. Pero ahora la señora lo hacía con tal frecuencia que ya teníamos escasez de niños. Nadie le censuraba la afición sino la intensidad. Se le pidió moderación de una y otra manera, pero ella no parecía entenderlo. Las fábricas de niños no daban a basto. El propio marido, el presidente, se unió al coro de súplicas. La popularidad del mandatario había decaído no por la poca consideración con las fábricas precisamente, sino por el débil influencia sobre su propia mujer. Las malas lenguas decían que, si el presidente no era capaz de ordenar su propia casa, qué podía esperarse de su gobierno.

Podría pensarse que los únicos felices en estas circunstancias eran los cocodrilos. Pero no. Habían engordado como cerdos y presentaban problemas respiratorios. Dos o tres murieron de infarto. Algunos manifestaron con rabia que a este paso nos quedaríamos sin cocodrilos y otros replicaron que la desaparición de los cocodrilos terminaría la noble afición del lanzamiento de niños. El reabastecimiento de las criaturas era cuestión de tener paciencia. Discusiones de cantina que solían concluir con una botellazo en la cabeza.

¿Quiénes sobrevivirían? La mayoría apostó por los cocodrilos y unos cuantos por los niños. “Sin niños, no hay cocodrilos”, sentenció un filósofo, pasando por alto un detalke: no sólo de niños vivían los cocodrilos.

Para sorpresa de todos, se murió la señora. De gorda o de lo que sea. Los fanáticos de la señora culparon al presidente, entraron al palacio y secuestraron al mandatario. Se armó un alboroto espectacular, quemaron edificios y destrozaron a patadas los cajeros automáticos. Los muchachos arrojaron piedra a los policías, que respondieron con gases y chorros de agua.

¿Y el presidente? Se lo arrojaron a los cocodrilos. Los testigos cuentan con regocijo la historia. Perezosos, lentos, un tanto aburridos, se comieron al presidente y estuvieron vomitando dos o tres días. Casi se mueren.

2 de junio de 2023

jueves, 8 de junio de 2023

Per Olov Enquist / Margrethe

 

Per Olov Enquist
MARGRETHE

De todos los gobernantes de Dinamarca, pintados tan a menudo a caballo, Johan Friedrich Struensee fue seguramente el jinete más diestro y el que más amaba a estos animales. Cuando era conducido hacia el patíbulo en Ostre Faelled, el general Eichstedt, quizá como expresión de desprecio o de una sutil crueldad hacia el condenado, llegó a lomos de Margrethe, el caballo ruano de Struensee, al que él mismo había dado ese nombre tan poco común para un caballo. Pero si su intención era causarle más dolor aún al condenado, falló; a Struensee se le iluminó la cara, se detuvo, levantó la mano como queriendo acariciarle el hocico y una débil, casi feliz sonrisa, se le dibujó en el rostro, como si creyera que el caballo había venido a despedirse de él. 

Quiso acariciar al caballo, pero no pudo alcanzarlo. 


Per Olov Enquist
La visita del médico de cámara
Círculo de Lectores, Barcelona, 2002, p. 14


miércoles, 7 de junio de 2023

Triunfo Arciniegas / Lecciones de vuelo

 




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Triunfo Arciniegas
LECCIONES DE VUELO

Llegó descamisado, descalzo, con las alas rotas, y no sólo se las remendé y se las planché para que se vieran bien bonitas, sino le arreglé la barba y los cabellos, le lavé los pies y le recorté las uñas, le di toda la ropa de mi difunto marido y le enseñé a montar en bicicleta. Le pregunté qué más quería, mi señor, qué le hacía falta. “El paraíso”, suspiró, contemplando el jardín. No dijo nada más, pero me pareció que era feliz. Me sentí afortunada, bendecida. Después de un santo marido, del mismo cielo me caía un ángel. Los dioses recompensan a las mujeres buenas. Luego de tantas lágrimas y la certeza de que dormiría sola el resto de mis días, andaba embobada y loca, escurriendo la baba. Levitaba. Yo, no él, que apenas trataba. Lo vi brincar y aletear en los pasillos, tropezar y caerse mañana tras mañana, riéndose. La negra María Luisa lo ayudaba a levantarse y él la llenaba de besos, agradecido. La muchacha le preparaba unos caldos de pescado espectaculares y él le besaba las manos milagrosas. Trapeaban juntos, lavaban las sábanas y las colgaban en las cuerdas, entre bromas, empujándose, fingiendo caídas y abrazándose. Qué feliz se veía. Qué estúpida fui. Qué ciega. Al final, se voló con la muchacha y me robó la plancha.

7 de junio de 2023