lunes, 11 de junio de 2012

Roberto Fontanarrosa / De la literatura nipona



Roberto Fontanarrosa 
DE LA LITERATURA NIPONA

Tsé-Hu-Tchen, mandarín de Kiusiu, se hallaba reposando en los jardines de su palacio. De repente, apareció un caballo y le mordió una rodilla.
   Min-Tsú, esposa de Tsé-Hu-Tchen, acudió presurosa, dispuesta a espantar al corcel con una palmeta.
   -Déjalo, déjalo –le dijo Tsé-Hu-Tchen. 
   Poco después el animal se marchó tan sigiloso como había llegado.
   -Debiste haberme permitido que lo asustase –reprochó Min-Tsú a su marido.
   -Bien sabes –dijo entonces Tsé-Hu-Tchen- que ese caballo puede ser la reencarnación de nuestro amado hijo Ho-Knien-Tsí, muerto en el combate naval de Ngen-Lasha.
   -¡Sigue, sigue! –se quejó la mujer-. ¡Sigue malcriándolo!





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