Triunfo Arciniegas
MILLONES DE RAZONES
Habíamos montado la exposición como un favor. Las acuarelas no eran del todo malas, aunque carecían de un mérito especial. Es decir, estábamos ante un artista del montón, uno mediocre que no llegaría a ninguna parte. Un austriaco con un bigote ridículo. A cada rato olvidaba su nombre.
Por eso nos sorprendió tanto el hombre que compró todas las obras. Nos sorprendió la compra, por supuesto, y el hombre. Con una pinta que nunca habíamos visto. Un loco. Cerramos el negocio y nos dio la dirección. Nos hizo firmar un contrato de confidencialidad muy fácil de cumplir: no deberíamos revelar la identidad del comprador. Ni al artista ni a nadie.
–Clientes anónimos –precisó.
Cerrada la exposición, fui personalmente a entregar las acuarelas. Me sorprendieron las paredes desnudas. Ni siquiera había muebles. El hombre me ofreció un té y conversamos. Pasamos al whisky hasta que se nos oscureció. La conversación se había desbordado. Ya nos reíamos de cualquier cosa cuando le pregunté el interés por un artista tan mediocre.
–Tengo seis millones de razones –dijo.
–¿Seis millones?
–Más de cincuenta millones.
–Adolf Hitler le hace daño al arte –dije.
La frase no le convenía a mis intereses, pero tuve que decirla.
–El arte podrá soportarlo –replicó el hombre.
–Con el éxito de la exposición, está pintando como loco. Va a experimentar con el óleo y ya nos amenazó con otra exposición.
–Compro todo.
–Ese pobre Adolf Hitler será olvidado.
–Lo sé.
Me dijo que lo acompañara al jardín, donde encendió una hoguera. Pensaba en las costumbres tan raras de la gente cuando me preguntó si tenía predilección por alguna de las acuarelas.
–Ninguna.
–Entonces no importa el orden.
Trajo el primer lote de acuarelas y lo arrojó a la hoguera, entre risas. Le colaboré con el segundo y el whisky. Pronto estábamos brincando alrededor de la hoguera. A gatas fuimos por el último lote y otra botella. Y seguimos brincando.
1 de septiembre de 2023