Triunfo Arciniegas
SANGRE
De niño me enviaban por sangre al matadero municipal. "Ve por el pichón", decía mi madre. Aún me persigue el ojo desorbitado de la bestia recién acuchillada, maniatada, tendida sobre el piso mojado. La sangre, espumosa y brillante, se coagulaba con prontitud en la jarra. Una vez cocida, mi madre la mezclaba con el arroz, y comíamos nuestro manjar de pobres en silencio, casi siempre sin papá, que bebía hasta caer rendido en alguna cantina.
Triunfo Arciniegas / La luna y la gardenia
Muertas de amor
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