domingo, 24 de marzo de 2019

Emma Reyes / El monstruo negro






Emma Reyes
EL MONSTRUO NEGRO


A la agencia solo me llevaban cuando había fiestas en la plaza. Un día la señorita María le dijo a Betzabé que a la tarde me vistiera y que fuéramos a la agencia, que iba a haber cohetes y vacas locas. Naturalmente al Niño lo dejamos solo, encerrado en la casa. Cuando llegamos, la plaza, el atrio de la iglesia y los andenes estaban llenos de gente, a mí me alzaron y me pusieron sobre el mostrador de la agencia, los cohetes ya habían empezado y de todos lados se oían cantos y gentes que tocaban tiple. De pronto sentimos un ruido terrible, un ruido que no se parecía a nada, la gente empezó a correr en todas direcciones, la mayor parte se refugió en la iglesia, otros entraban a las casas, los chicos se subían a los árboles, la agencia, que quedaba de la parte alta del andén, se llenó de gente, el ruido se aproximaba cada vez más. De pronto vimos aparecer por detrás de la iglesia un monstruo negro terrible que avanzaba hacia el centro de la plaza. Los ojos enormes y abiertos eran de un color amarillento y tenían tanta luz que iluminaban la mitad de la plaza. La gente se tiró al suelo de rodillas y empezaron a rezar y a echarse bendiciones; una mujer que tenía dos niños chiquitos los tiró al suelo y se acostó sobre ellos cubriéndolos como hacen las gallinas con los huevos. Unos hombres avanzaron hacia la plaza con unos grandes palos en la mano. El animal se detuvo en la mitad de la plaza y cerró los ojos. Era el primer automóvil que llegaba a Guateque.
Emma Reyes
Memoria por correspondencia
Bogotá, Laguna Libros, 2012, pp. 58-59

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