SUSANA
No es viejo pero la desilusión ha dejado su sello. Veíamos el noticiero del mediodía en un bar de la avenida 19 y la frase de un político nos hizo reír. Es tal el cinismo de estos desgraciados. Intercambiamos unas cuantas frases y, como no teníamos nada que hacer, resultamos conversando. De pronto, suelta una frase que me encanta: "Llega cuando tantos deseos me han abandonado". Y menciona su nombre, con la mirada fija en la luz de calle: "Susana Rosas". Nunca fueron novios ni nada parecido. Pero hizo casi todo pensando en ella. Tuvo una fábrica de zapatos y la abandonó. Recorrió el mundo hasta el hastío. Se casó y se divorció. Nunca tuvo hijos, pero siempre pensó que con ella no lo habría dudado. No dice más. Sé que no se le ha acabado el cuento porque es infinito. Esa mujer navegará en su sangre hasta el fin de sus días. Nunca fue el objeto de sus besos pero tampoco la víctima de sus espinas. Siento necesidad de decirle algo, pero no consigo redondear una frase. No quiero ofenderlo. Quiero decirle una verdad sin restregarle el hecho de que toda su vida ha sido un imbécil. En vez de eso, pregunto si Susana Rosas todavía es bonita. No me responde. "Tuvo tres hijos con un policía". En otro contexto, la frase me haría reír. "Le dije que no", dice. Y se ríe. Pero no hay gozo en su risa. Repito la frase del político y reímos.
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