LAS CENIZAS DE MI MADRE
Al cabo de un mes recibí la urna con las cenizas de mi madre, la llevé a casa de mi tío y al entrar en su jardín, él exclamó a grito pelado… Hermanita mía, ¡ayayay!, qué manera de volver… Le pasé la urna y mi tío la sopesó… No es que haga mucho bulto, la pobrecita, ella que en vida pesaba setenta y cinco kilos… Después de pesar la urna en una balanza se sentó para hacer los cálculos y llegó a la conclusión de que faltaban cincuenta gramos de mi madre. Y colocó la urna en lo alto del armario; un día de verano, mientras binaba los nabos, se le pasó por la cabeza que a su hermana, mi madre, le encantaban los nabos, de modo que cogió la urna, la abrió con un abrelatas y esparció las cenizas de mi madre sobre los nabos que más tarde nos zampamos.
Bohumil Hrabal
Una soledad demasiado ruidosa
Buenos Aires, Ediciones Destino, 1990