Triunfo Arciniegas
LABORES ACADÉMICAS El autobús partió a las seis en punto con los profesores muy contentos aunque algo adormilados, en el mismo puesto de otros años, con ropas ligeras y coloridas, zapatos deportivos y morrales maltrechos, y tres horas después ya estaban desayunando. Así, con un paseo, daban cierre a una tediosa semana de planeaciones y estúpidas conferencias, reparto de tareas y análisis de infames decretos. Olvidando que el lunes volverían a los trajes oscuros y los alumnos insoportables, la lentitud de las horas y la tiranía de un rector mediocre que les cobraba los desvaríos de su mujer, o peor aún, que en la noche dormirían en las cenizas del lecho conyugal, asediados por los recibos sin pagar, los desperfectos domésticos y el rencor de los hijos, algunos se lanzaron casi de inmediato a la piscina y otros destaparon las primeras botellas. Unos prefirieron caminar, conversar, reírse de la vida, y otros abrieron un libro que pronto les sirvió para cubrirse el rostro. A mediodía algunos ya estaban borrachos y otros tomaban el sol casi desnudos. Dos o tres parejas aprovechaban la música para abrazarse con evidente desesperación mientras los más audaces se habían perdido en el bosque para dar rienda suelta a diversos apetitos. Dos mujeres se besaban en una de las mesas de billar. Los pocos que vinieron a devorar la carne recién asada, escarbaron el plato y arrojaron las sobras a los perros. Las hambrientas bocas de los morrales expulsaron máscaras, látigos y otros objetos. Al final unos corrían, persiguiéndose muertos de risa, otros rodaban por el piso como arrastrados por el viento y otros se metían por las ventanas a desordenar las camas. Se devoraron, ciegos e insaciables, antes de que la tarde llegara a su fin. Luego se vistieron y abordaron el autobús casi a gatas, y volvieron a casa contentos, en silencio, adormilados.
18 de enero de 2024