Triunfo Arciniegas
EL BURRO POETA
Había una vez un burro que escribía poesía. Era pobre, como la mayoría de los poetas. Su poesía no alcanzaba las alturas de otros, pero de todos modos sus libros se vendían y más de uno memorizaba sus versos.
Le decían cosas bonitas y el burro se sentía halagado.
-Soy poeta -se decía el burro, y casi levitaba.
“Si bien como burro es poeta, como poeta es un burro”, escribió en un periódico uno de sus más feroces críticos. Por suerte, el burro no leía los periódicos ni frecuentaba los cocteles de la envidia, y como todos, se consideraba un gran poeta que merecía más fama y reconocimiento.
Seguía en la pobreza, cumpliendo la triste sentencia: al pobre y al feo todo se le va en deseo. Aunque le advirtieron que no coqueteara con el poder, envió un par de libros al león, famoso por su crueldad y su erudición. Tal vez se imaginó como ministro de cultura. Pobre. Era poeta, pero seguía siendo burro. Algo de razón tenían los críticos.
Tan pronto recibió la invitación del palacio, el burro acudió ilusionado, con el borrador de un discurso en la memoria.
-Quiero tener tu mirada -dijo el león.
Y lo devoró.