Jorge Fernández Díaz
MI PADRE
Cuando mi padre descubrió que yo, a los quince años, quería ser escritor, me dio por perdido. Creyó que la literatura era una forma de la vagancia, que yo quería ser vago. Estuvimos ocho o nueve años sin hablarnos. Yo sentía esa sombra maldita de ser dado por perdido. Cuando tenía 25 años me dejaron escribir una novela negra por entregas sobre la mafia del fútbol, que iba junto a las crónicas de sucesos. Empecé a escribir. Y un día suena el teléfono de mi escritorio. Y era mi padre. «¿Pasó algo?», le pregunté. Y me dijo «no, no… es que aquí los parroquianos quieren saber cómo sigue la novela mañana. Quieren saber si el protagonista va a recuperar el bolso». Y yo, tratando de disimular las lágrimas, le dije que sí. «¿Estás seguro?». «Sí». Y colgó. Y me fui al baño a llorar, porque la redacción era un lugar de machos.