miércoles, 25 de octubre de 2017

Aura García-Juco / Alado




Aura García-Junco
ALADO

Piensas que puedes abrir las alas y volar al mundo. Piensas que puedes huir, huir lejos. Piensas, también, que el mundo es tuyo porque eres sabio, que eres un rebelde, un forajido. Al diablo, partamos. Te decides a emprender el camino difícil. Al salir, todo te parece posible; es más, parece que la libertad es aquello para lo que naciste. Te llenas los pulmones de aire de un respiro y ríes. Te hiperventilas de tanto espacio y luz. Y entonces, caes, de golpe, al suelo. O mejor, al mar.


Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988) estudio Letras Clásicas en la UNAM. Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas.



jueves, 19 de octubre de 2017

Aura García-Junco / Una carrera

Ilustración de Valeria Lipshitz

Aura García Junco

Una carrera



Iba corriendo con las manos llenas de letras; el cuerpo empapado de mil historias. El aliento era cada vez más veloz y desesperado y en el paso pesado tiraba palabras escurridizas. Cada vez más el camino que andaba se oscurecía de monosílabos, consonantes sordas, palabras surgidas del azar. Para cuando llegó, las manos estaban casi vacías y su cuerpo impregnado de sudor. Las suaves historias palpitaban en su pecho, revueltas entre sí de tantas y de agitación.

No llores, le dijo. Pon las pocas letras que quedan en la mesa, ya las cenaremos en un rato.


Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988) estudio Letras Clásicas en la UNAM. Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas.




domingo, 8 de octubre de 2017

Esopo / El águila y la zorra





Esopo
El águila y la zorra

Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir juntas con la idea de que la convivencia reforzaría la amistad. El águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del mismo árbol. 

Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta, cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos y, en compañía de sus crías, se dio un banquete.

Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse que saber de la muerte de sus pequeños. ¿Cómo podría ella, un animal terrestre, sin la virtud de vuelo, perseguir a un águila? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su ahora enemiga.

Pero no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición. Se encontraban en el campo unos pastores asando una cabra. Cayó el águila sobre ella y se llevó a su nido una víscera que aún conservaba fuego. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas. Los pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, rodaron al suelo cubiertos de llamas. Corrió entonces la zorra y los devoró.