sábado, 28 de marzo de 2015

Italo Svevo / El don



Italo Svevo
El don

El Señor había terminado la obra de la creación. Les dijo a los animales que los dejaba en libertad de escoger el elemento en el que quisiesen vivir. Algunos escogieron la tierra, otros se precipitaron en el agua y finalmente muchos se lanzaron al aire. «Yo, que soy el rey de los animales», dijo el hombre, «debería tener la capacidad de vivir en el agua y en la tierra e inclusive ser capaz de volar».

«Esto sería una injusticia», dijo el Señor, «y no podré complacerte. Pero abasteceré a tu organismo con un apetito tal que tú terminarás por encontrar los medios para correr, nadar y volar».



miércoles, 25 de marzo de 2015

Italo Svevo / La luciérnaga y el vertebrado



Italo Svevo
La luciérnaga y el vertebrado

A una luciérnaga, que descansaba bajo la sombra de una montaña, le faltaba el aliento a causa del calor del sol; mientras un vertebrado que yacía en la cima de la misma montaña moría a causa del gran calor. Ambos murieron de una muerte abyecta: envidiándose.





martes, 24 de marzo de 2015

Italo Svevo / La culpa es de los otros


Italo Svevo
La culpa es de los otros

Un malhechor, que a causa de su malvada naturaleza había llegado al punto de asesinar a un indefenso, tuvo conciencia de la gravedad de la culpa; se arrepintió y se encaminó hacia la iglesia para orar.

Fue distraído de su ferviente plegaria por un predicador que desde el pulpito arengaba: «Alborócense de que existan los débiles y los pobres porque siendo caritativos con ellos, ustedes podrán alcanzar el reino de los cielos».

−«¡Oh! ¡Mentiroso!», pensó el pecador. «Los pobres y los débiles significan nuestra desventura. Si mi víctima no hubiese sido débil, defendiéndose pudo haberme impedido que la asesinara, que yo perdiera la paz del alma mía».



viernes, 20 de marzo de 2015

Italo Svevo / El asno y el loro


Italo Svevo
El asno y el loro

En un molino, aparte del asno que hacía girar la rueda, también había un loro que sabía decir pobrecito, el nombre del amo y muchas otras cosas más. Un día, los dos cayeron enfermos y llamaron al médico.

−¡Es por mí! −dijo el loro−. Me cuidan porque poseo un hermoso plumaje.

−¡Pero por supuesto que no! −respondió el asno−. Llamaron al médico por mí, porque yo soy el que mueve la rueda.

−¡Pero yo sé decir pobrecito!

−Pero yo muevo la rueda.

−Pero yo saludo al amo cuando pasa.

−Pero yo muevo la rueda.

El médico curó al asno y dejó morir al loro.

El mundo está hecho así, y es de maravillarse que el grisáceo de la piel del asno no cubra por completo la Tierra y que no hayan desaparecido del todo las hermosas plumas multicolores.




jueves, 12 de marzo de 2015

jueves, 5 de marzo de 2015

Lydia Davis / Egoísta




Lydia Davis
EGOÍSTA 

Lo bueno que tiene ser egoísta es que cuando tus hijos se hacen daño tampoco te importa mucho porque a ti personalmente no te ha pasado nada. Pero si sólo eres un poco egoísta no sirve. Tienes que ser muy egoísta. La cosa funciona así: si sólo eres un poco egoísta, te preocupas un poco por ellos, les prestas un poco de atención, los llevas casi siempre bien vestidos, les cortas el pelo con relativa frecuencia, aunque no les compras todo lo que necesitan para el colegio, o por lo menos no cuando lo necesitan; te lo pasas bien con ellos, te ríes con sus chistes, aunque cuando se portan mal tienes poca paciencia con ellos, porque te molestan cuando tienes cosas que hacer, y cuando se portan muy mal te enfadas mucho; tienes una idea aproximada de cuáles son sus necesidades, sabes más o menos lo que hacen con sus amigos, les haces preguntas, aunque tampoco muchas, y siempre hasta cierto punto, porque no tienes tiempo; entonces surgen los problemas, pero tú ni te enteras porque estás muy ocupada: les da por robar, y te preguntas cómo habrá venido eso a parar a casa; te enseñan lo que roban y cuando les preguntas te mienten; cuando te mienten siempre los crees, porque parecen muy sinceros y porque además tardarías mucho en averiguar la verdad. En fin, que esto es lo que suele ocurrir si has sido egoísta; y si no has sido lo bastante egoísta, luego, cuando estén metidos en líos, sufrirás, aunque mientras sufras seguirás, por pura costumbre, siendo egoísta y dirás: Estoy destrozada. Mi vida ya no tiene sentido. ¿Cómo voy a seguir adelante? De manera que, puestos a ser egoístas, más te vale ser más egoísta que eso, tan egoísta que por mucho que lamentes que se hayan metido en líos, por mucho que lo lamentes sincera y profundamente, tal y como les dirás a tus amigos y conocidos y al resto de la familia, en tu fuero interno te sentirás aliviada, feliz, encantada incluso, de que no te esté pasando a ti.






lunes, 2 de marzo de 2015

Luis Britto García / El campeonato mundial de pajaritas


Luis Britto García
EL CAMPEONATO MUNDIAL 
DE PAJARITAS

Abierto oficialmente el campeonato mundial de pajaritas el señor Pereira se dirige al proscenio, toma una hoja de papel, la dobla, la vuelve a doblar, y de los pliegues surgen lentamente una montaña, y un arroyo, y un arco iris que desciende hasta que junto a él fulguran las nubes y finalmente las estrellas. Un gran aplauso resuena, el señor Pereira se inclina y baja lentamente a la sala.

Acto seguido se instala en el proscenio el señor Noguchi, quien toma en cada mano una hoja de papel, la mano izquierda dobla dobla, sale una paloma, sosteniendo el pico con los dedos anular y meñique y tirando de la cola con los dedos índice y medio las alas suben bajan suben bajan, la paloma vuela, entretanto la mano derecha dobla, dobla, sale un halcón, colocando el dedo índice en el buche y presionando con el pulgar en las patas, las poderosas alas suben bajan bajan suben, el halcón vuela, persigue a la paloma, la atrapa, cae al suelo, la devora.

Grandes y entusiásticos aplausos. 

Sube al proscenio el señor Iturriza, quien es calvo, viejo, tímido y usa unos lentencitos con montura de oro. En medio de un gran silencio el señor Iturriza se inclina ante el público, hace una contorsión, se vuelve de espaldas. La segunda contorsión la despliega, asume una forma extraña, y luego viene la tercera, la cuarta, la quinta contorsión, la apertura del pliegue longitudinal, y la vuelta del conjunto. La sexta y la séptima contorsiones son apenas visibles pero definitivas, la gente va a aplaudir pero no aplaude, en el proscenio el señor Iturriza deshace su último pliegue y se transforma en una límpida, solitaria, gran hoja cuadrada de papel blanco.