domingo, 29 de abril de 2012

Tomás González / Sara III


Matrimonio y equipaje
Times Square, New York, 2012
Foto de Triunfo Arciniegas

Tomás González
SARA III

En cualquier caso, sólo la vejez ya avanzada disminuyó el deseo que sentimos siempre el uno por el otro. Nunca he sido capaz de diferenciar demasiado entre amor y deseo, así que puedo decir que nos tuvimos mucho amor toda la vida. Y siempre me alegraba de volver a verla, así la separación hubiera sido de apenas unas horas. Cuando llegaba a la casa, de regreso del ferry, ya también ella había vuelto del hospital donde trabajaba, y conversábamos un poco echados en la cama; yo le contaba sobre lo que había visto en el mar, y luego iba a ver cómo estaban Jacobo y los muchachos.



Tomás González
La luz difícil
Bogotá, Alfaguara, 2011, p. 14




jueves, 26 de abril de 2012

Tomás González / Sara II



Tomás González
SARA II

A eso de las tres de la tarde, Sara y yo dormimos unos minutos y al despertar hicimos el amor tendidos de costado, abrazándonos de frente con tal intensidad que alcanzamos una comunión absoluta en el placer y sobre todo en la aflicción. No sé cuántas veces habremos hecho el amor en tantos años juntos, Sara y yo, miles de veces, pienso, de miles de maneras y en miles de estados de ánimo, tanto en épocas felices como en momentos tan horrendos como el que estábamos viviendo, y cada vez fue diferente, cada vez como si fuera la primera. Dormimos otro rato, aún abrazados y compenetrados. Al despertar, tal vez media hora más tarde, oí en el cementerio el canto agudo de unos Blue Jays, y, un poco más al fondo, en la calle, un insulto ronco y feo, como un estertor: “Hey, you, motherfucker!”.


Tomás González
La luz difícil
Bogotá, Alfaguara, 2011, p. 55





lunes, 23 de abril de 2012

Tomás González / Sara I

La luz de la tarde
Bogotá, 2010
Fotografía de Triunfo Arciniegas
Tomás González
SARA I

Me casé con Sara cuando los dos teníamos veintidós años. Vivimos juntos cincuenta, hasta que se murió del corazón hace apenas dos. No conocí otras mujeres: ella fueron todas. Es difícil de explicar y de entender, pues las mujeres que deseé y no eran ella, las que nunca tuve, tanto como las muy pocas con quienes llegué a acostarme sin que Sara se enterara, claro, pues hubiera sido el fin─, fueron ella. Aquellas infidelidades ocurrieron sólo durante nuestros dos primeros años juntos, cuando a la relación, que sufría de vacíos y malentendidos serios, le faltaba afianzarse. Después mi fidelidad se hizo total y sin esfuerzos.



Tomás González
La luz difícil
Bogotá, Alfaguara, 2011, p. 13




viernes, 20 de abril de 2012

martes, 17 de abril de 2012

Juan Pedro Aparicio / El hijo pródigo

El hijo pródigo
Rembrandt

Juan Pedro Aparicio
EL HIJO PRÓDIGO

A la casa de su padre llegaron rumores de que, su hermano, que había desaparecido diez años atrás, seguía vivo y pretendía regresar. Él, que hasta entonces había sido un excelente administrador, comenzó a dilapidar el patrimonio familiar. "Quiero que se encuentre las cosas como estaban", dijo.



Guillermo Bustamante Zamudio / Verdadera brevedad


Guillermo Bustamante Zamudio
VERDADERA BREVEDAD

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí”… ¡qué desperdicio de términos, qué autor tan gárrulo! ¿Acaso hay necesidad de decir “cuando despertó”? Con sólo expresar “Despertó”, queda implicada la circunstancia temporal, inútilmente repetida por el adverbio. De manera que sería mejor: “Despertó. El dinosaurio todavía estaba ahí”. Aunque preferible, esta frase sigue malgastando vocablos. Por ejemplo: “todavía estaba”, ¿no es lo mismo que “permanecía”? Así, el famoso relato que hace gala de su falsa brevedad quedaría mejor escrito si sólo fuera así: “Despertó. El dinosaurio permanecía ahí”. Ahora bien, si permanecía, se supone que es en un sitio; es preciso no subestimar al lector. Esta vez es la circunstancia espacial en la que ociosamente redunda el adverbio, dilapidando los recursos lingüísticos. Así, el relato quedaría mucho mejor si dijera: “Despertó. El dinosaurio permanecía”. Ahora bien, que un dinosaurio permanezca es una situación trascendental, como para subordinarla al sueño del personaje. Ese es el hecho destacable, así no hubiera estado dormido (igual habría dado si indicara “Cuando regresó, el dinosaurio todavía estaba ahí”). De manera que basta con “El dinosaurio permanecía”, que es la esencia del cuento, en tres palabras y no en esas derrochadoras siete de las que tanto se ufana la tradición micro-cuentística. No obstante, para expresar lo justo, todavía sobran voces. Cuando algo se enuncia, se le supone permanencia —no otra cosa es el signo—, y sobre todo cuando cuenta con el peso otorgado por el sustantivo. De tal manera, cuando se dice “El dinosaurio”, se afirma que permanece. Y, finalmente, para qué especificar con ese artículo definido algo que se impone como un universal. En lugar de agregar, tal elemento le resta importancia al acontecimiento. Suficiente sería, entonces, decir “Dinosaurio”, que es todo un micro-relato de ficción.
Alguien podría pensar que en él sobra “saurio” y que “Dino” sería suficiente, pero no hay que ser exagerado en estos temas y es bueno dar ciertas libertades al creador.




sábado, 14 de abril de 2012

Marcial Fernández / El engaño


Marcial Fernández
EL ENGAÑO

La conoció en un bar y en el hotel le arrancó la blusa provocativa, la falda entallada, los zapatos de tacón alto, las medias de seda, los ligueros, las pulseras y los collares, el corsé, el maquillaje, y al quitarle los lentes negros se quedó completamente solo.




miércoles, 11 de abril de 2012

Elías Moro / El muerto

Elías Moro
EL MUERTO

¿Recuerdas el revuelo ante el restaurante la noche de nuestra cita, el grosero plantón ante tu espera?
Tendrás que perdonarme de nuevo por última vez.
El muerto era yo.




domingo, 8 de abril de 2012

Gonzalo Suárez / Un cuento casi sufí

Fotografía de Lucien Clergue

Gonzalo Suárez
UN CUENTO CASI SUFÍ

Recogí a un vagabundo en la carretera. Me arrepentí enseguida. Olía mal. Sus harapos ensuciaron la tapicería de mi coche. Pero Dios premió mi acto de caridad y convirtió al vagabundo en una bella princesa. Ella y yo pasamos la noche en un motel. Al amanecer, me desperté en brazos del maloliente vagabundo. Y comprendí que Dios nos premia con los sueños y nos castiga con la realidad.



jueves, 5 de abril de 2012

Esteban Dublín / Ruleta rusa


Esteban Dublín
RULETA RUSA

La Smith & Wesson sonó vacía una vez más, como si el silencio fuera su discurso de perdón. Mariano Toulemonde tomó temblando el revólver que su rival acababa de dejar sobre la mesa y, mientras lo llevaba a su sien, maldecía al saber que justamente el hombre por quien lo había dejado su mujer sería el mismo que disfrutaría su dinero.


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lunes, 2 de abril de 2012

Esteban Dublín / Negación

Fotografia de Man Ray

Esteban Dublín
NEGACIÓN

Mi mujer ya no me mira, ya no me habla. He decidido llamar a sus padres a ver si ellos saben qué le sucede, pero no fue capaz ni de verlos a los ojos. Llamé a sus hermanos, a su mejor amiga, a su jefe, a sus compañeros del colegio, ¡a sus ex novios!, a los vecinos, a todo el que he podido, pero no. No le dice nada a nadie y todos parecen tan extrañados como yo. Hoy, incluso, llamé al cura que ella tanto admira a ver si le saca algo. Pero aún con todas las bendiciones que le dio y todos los aceites que le puso, tampoco pronunció palabra.


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